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Columna
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Los usos maliciosos de la aritmética

Mañana se abrirá la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE), que intentará bajo presidencia británica -tras el fracaso de Luxemburgo- alcanzar un acuerdo sobre las Perspectivas Financieras del periodo 2007-2013. Por si los intereses españoles no se vieran ya en dificultades a causa de la reducción del presupuesto comunitario en términos porcentuales y de la ampliación de la UE con países capaces de competir ventajosamente por los fondos de cohesión nacionales y los fondos estructurales regionales, el presidente Zapatero deberá echar mano de todas sus reservas de optimismo antropológico a fin de contrarrestar las agoreras profecías de los portavoces del principal partido de la oposición.

Los criterios de los populares sobre la lealtad de las minorías parlamentarias con el Gobierno en el campo de las relaciones internacionales varían en función de cuál sea el lugar que ocupen en un momento dado dentro del sistema político. El PP exige a la oposición una disciplina de hierro cuando ejerce el poder (así ocurrió entre 1996 y 2004) pero reclama barra libre para desollar vivo al Ejecutivo cuando está en minoría (tal y como sucedió de 1977 a 1996 y se viene produciendo desde su derrota electoral del 14-M). Durante sus ocho años de mandato, Aznar llevó hasta extremos ridículos la pretensión de confundir sus gorjeos exteriores con la voz del Estado, la Nación y la Historia: el entonces líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, fue expulsado a las tinieblas exteriores por compartir dentro de la UE las posiciones sobre la guerra de Irak que Francia y Alemania también respaldaban. Como principal partido de la oposición, sin embargo, el PP se considera legitimado ahora para disentir de la política exterior del Gobierno socialista en todos los foros -y tonos- imaginables; el presidente de honor del partido ha llevado sus discrepancias públicas a límites de virulencia, indiscreción y agonismo impropios de quien ha ejercido las responsabilidades del poder durante ocho años.

El mezquino comentario asestado por Aznar en 1992 contra los fondos de cohesión creados por la cumbre de Edimburgo a iniciativa de Felipe González en beneficio de España, Grecia, Irlanda y Portugal pone en evidencia que la estrategia de doble rasero del PP viene de lejos. Con su característica mueca verde de ruindad y cicatería, el entonces líder de la oposición acusó al presidente socialista de "pedigüeño" por mantener "actitudes mendicantes" impropias de un caballero español. Pero si Aznar menospreció en 1992 la obtención por España de los fondos de cohesión que ahora beneficiarían a los países de Europa oriental recién ingresados, los dirigentes del PP de 2005 no están dispuestos a tolerar la pérdida de un solo céntimo por ese concepto y se aprestan a culpar exclusivamente al Gobierno de las mermas producidas en cualquier otro renglón.

La complejidad técnica de las cuentas europeas y la necesidad de alcanzar acuerdos de mínimos razonables que tomen en consideración las demandas de los 25 interlocutores sentados en torno a la mesa de negociaciones brindan a cualquier jugador de ventaja la oportunidad de presentar caricaturescamente -mediante un malicioso cubileteo de las cifras- un resultado discreto como una pavorosa derrota Ni siquiera es indispensable llevar las interpretaciones hasta la cómica extremosidad de Vicente Martínez Pujalte, el inefable portavoz del PP que patentó hace unas semanas una infalible prueba del nueve según la cual "cada peseta de fondos estructurales" eventualmente perdida por España en las negociaciones sobre las Perspectivas Financieras confirmaría "la sospecha de que el Gobierno antepone intereses empresariales [Gas Natural] a los intereses del conjunto de los españoles". Temeroso tal vez de que el Ejecutivo pueda conseguir el "mísero" objetivo de asegurar un saldo neto positivo para España hasta el año 2013, el PP descalifica de antemano ese eventual logro y eleva el listón de las metas admisibles hasta hacerlas inalcanzables. El consejo de Rajoy al presidente Zapatero en vísperas de la negociación no es financiero, sino futbolístico: "Que eche el resto" y que sude la camiseta.

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