Vivan los talleres literarios
Recibo el e-mail de una nueva escuela de creación literaria llamada Artalprat. Luego, en su página web compruebo con emoción que también ofrece clases de tarot. El correo dice así (traduzco): "Queridos escritores de fama y renombre, tenemos el placer y el honor de invitaros a nuestra nueva y flamante escuela de creación literaria, para que impartáis master-clases y/o seminarios. Estaremos encantados de recibir vuestras propuestas".
Conmovida por este "y/o", tan literario, releeo el mail. No es sólo para mí. El autor no ha ocultado los nombres del encabezamiento, así que puedo comprobar quiénes, aparte de mí, son los escritores "de fama y renombre" de Cataluña. Por ejemplo, mis colegas y amigos Lluís-Anton Baulenas, David Castillo, Màrius Serra y Jordi Mata. Pero también compruebo más cosas. Como que para los señores de Artalprat no nos dedicamos al mismo oficio. No. En el encabezamiento del e-mail, al lado de nuestro nombre y de nuestra dirección, aparece, en mayúscula, nuestra profesión.
No tengo la carrera de periodismo, pero los de la escuela flamante me consideran "escritora-periodista". En cambio, Serra y Baulenas, que tampoco la tienen pero que también escriben en un periódico, son sólo "escritores". Lo de David Castillo es peor. Es el único al que no le ponen ningun trabajo. No es ni siquiera escritor. A su lado hay sólo una palabra: "Avui". De acuerdo, no tiene la carrera de periodista, pero ha sido profesor de periodismo en la Universidad Autónoma. Además, ha ganado el Premio Sant Jordi como Jordi Mata. ¿Por qué uno no es ni siquiera escritor cuando el otro sí?
De todas formas, si los flamantes consideran necesario poner "periodista-escritora" al lado de mi nombre, les animo a no quedarse cortos en su redundancia. Siguiendo este curioso sistema, yo debería ser "periodista-escritora-columnista-guionista"; Castillo, "novelista-poeta-periodista-rapsoda-columnista"; Emili Rosales, "director literario-escritor", y Serra, "enigmista-escritor-periodista".
Pero lo más dramático es lo de Jordi Mata. Su encabezamiento nos pone en evidencia a todos los demás. Es, según Artalprat, "escritor-lector". Lo cual sólo significa una cosa. Para los directores de la flamante escuela de creación literaria, el único que lee es él. Los otros, pese a dedicarnos a escribir, no leemos. Y no es nada nuevo. Hoy en día, hay cocineros a los que no les gusta comer, cantantes que no oyen música y escritores que no leen. De hecho, recuerdo un programa de televisión en el que le preguntaron a la gran Sonia Monroy, componente del grupo Sex Bomb, si le gustaba leer y contestó: "No. Me gusta más escribir".
Así que creo que la escuela tiene un gran futuro con nosotros. Todos, excepto Mata, podemos impartir un seminario sobre cómo hacerse escritor sin ser lector, que es lo que se lleva ahora. En cuanto pueda, escribiré la propuesta que nos piden, le pasaré el corrector de Word por lo de las faltas y se la enviaré, junto con un currículo de todos nosotros. Les quiero advertir desde aquí de que si nos contratan en grupo somos más baratos, y si se puede hacer en negro, todavía más. Por lo que a mí respecta, no me importa dar clases de tarot y de runas mágicas, disciplina de la que tampoco tengo ni idea.
moliner.empar@gmail.com
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