Adiós a Dani
Nos encontramos con un cartel escrito a mano pegado al cierre: Dani había muerto. El funeral, el lunes 5 a las 19.45 en la iglesia de la Paloma. Frente a Vinos, en Calatrava 11, el cuerpo se nos encogió con lágrimas.
La Paloma estaba llena; el cura, un brasileño nuevo en la parroquia que dio su primera misa hace unos pocos años en el templo del Barrio de Palacio, preparó un sermón diseñado para gentes de tabernas; de mal vivir.
Aprovechó para lanzar el mensaje: Dios es un servicio, la vida no tiene sentido si no creemos en Dios. Se equivocó; se le acabaron las hostias.
Los amigos de Dani -y los asiduos de su taberna- son la tradición, los que siempre han vivido en estas calles con alma; en este barrio al que, ahora todos los días, peregrinan tantos que quieren disfrutar del Madrid de verdad y de lo que queda del Madrid de siempre.
Sólo eché en falta al Chiquitín, al menos yo no lo vi en la iglesia. Hace casi una década que no pisa la taberna de Dani, un rojiblanco mortal, tras una discusión de fútbol con este forofo blanco, como los vinos que toma antes de comer y cenar.
La primera vez que entré creí que no era bienvenido; luego me di cuenta de que Dani era tabernero de sus clientes desde siempre y allí me quedé. El negocio sigue con su esposa, sus hijos y su cuñado; no desaparecerá en manos de taberneros nuevos de tapas agridulces, todos siempre bienvenidos, que no paran de abrir locales en el barrio. Daniel descansa en paz.
No se acaba Madrid. A Gerardo le encontré con aspecto saludable en su taberna vecina tras la misa, los hermanos del Tomás, como siempre, cerrados hasta que abren, y mi novia más hermosa que nunca.
Lo que no entiendo es a quién se le ha ocurrido comprar la taberna El Ribero para hacer un loft.
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