El Madrid de los espejismos
Con la plantilla dividida entre Atenas y Madrid, Sacchi, ya ex director de fútbol, mantiene su rutina y acude a presenciar el entrenamiento en Valdebebas
Como un hombre agotado y consumido, perdido en el desierto, el Madrid vive tiempos de espejismos. Parece que todo siguiera igual cuando todo ha cambiado. Arrigo Sacchi, que ya ha anunciado que abandona su puesto de director de fútbol, sigue llegando temprano a la ciudad deportiva de Valdebebas. Gasta el mismo jersey chillón de siempre, la misma sonrisa y las mismas gafas de sol que luce desde que llegó al club, el 21 de diciembre de 2004. Pero, menos de un año después, Sacchi se va. Y ayer aprovechó para avisar de que no lo hace por enfermedad. "Mi salud es muy buena", aclaró. Falta todavía que Sacchi, como ha prometido, explique las razones de su marcha. Mientras tanto, su presencia en Valdebebas no es el único espejismo.
Patricia Teixeira, la nutricionista brasileña contratada por Vanderlei Luxemburgo, destituido el domingo como entrenador del Madrid, también sigue trabajando en Valdebebas. Emilio Butragueño, vicepresidente del club, anunció que el grupo de colaboradores de Luxemburgo se marcharía con el entrenador. Pero ella, la encargada de meter en cintura a los pesos pesados de la plantilla, la chica que envía cartas a las madres de los jugadores con recomendaciones sobre su dieta, "no sabe" todavía si cumplirá o no su contrato con el Madrid, que termina el 30 de junio.
El tercer espejismo se vivió en el campo de entrenamiento. En Atenas estaban los jugadores que Luxemburgo, en su último servicio al Madrid, eligió para el partido de Champions contra el Olympiakos. Y sobre el césped de Valdebebas, entre otros, estaban Guti, Beckham, Zidane, Roberto Carlos y Ronaldo, los galácticos, que se esforzaban en el entrenamiento más largo y duro del Madrid de los últimos tiempos. Que se lo digan a Ronaldo.
"¡Vamos, Ronaldo, súbete al Ferrari!", le gritaban con sorna varios aficionados, impresionados por las dificultades del brasileño para mantener el ritmo de carrera del grupo. "¡Cómo se nota la edad!", insistían, mientras el delantero continuaba con los ejercicios mandados por Maqueda, el segundo de Juan Ramón López Caro, nuevo entrenador del Madrid, desplazado a Atenas.
Cuentan los expertos que Ronaldo es puro músculo. Que tiene cuerpo de velocista. Que lo suyo son los esfuerzos cortos e intensos, los sprints, no la carrera continua. Sea como fuere, Ronaldo salió el último a entrenarse, cuando sus compañeros llevaban ya un rato esperándole, y allí se quedó, cada vez más lejos del resto.
El brasileño, el jugador más resolutivo del equipo, vive tiempos de confusión. Luxemburgo, brasileño y buen amigo, ha sido despedido. Melo, Paulo Campos y Marcos Teixeira, todos brasileños, su equipo técnico, se han marchado con él. El clan brasileño ha perdido fuerza. Y Ronaldo empieza a ser mirado con lupa: en los despachos no han gustado sus críticas hacia el público del Bernabéu -"a veces parece que jugáramos fuera de casa", dijo tras el partido con el Getafe-.
El sufrimiento de Ronaldo, sin embargo, no impresionó a Maqueda. El técnico se dirigió a la banda. Charló con Goyo Benito, representante del Madrid de los tiempos gloriosos. Ordenó levantar pesas en el gimnasio. Y se marchó sabiendo que San Martín, el recuperador del equipo, ya se lo había explicado todo a Ronaldo y sus compañeros: "El ritmo tiene que ser medio-alto para que luego vayáis bien...".
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