25 años después

25 años después de su primera aparición en directo en Madrid, el neoyorquino Paul Collins ha regresado con la loable intención de reverdecer laureles en el siempre bonito campo del power pop. Con un nuevo disco en el mercado, Flying high, y haciéndose acompañar de un extraordinario terceto de músicos procedentes de formaciones tan prestigiosas como Burning o Protones, Paul apareció a sus anchas, ejerciendo de padrino de un estilo que él mismo inaugurara hace tres décadas, primero con The Nerves y luego con los míticos The Beat, con los que hizo, sin lugar a dudas, uno de los mejores discos de la historia del pop de guitarras.

Hablando de guitarras, su asociación con el extraordinario Octavio Vinck es una de las mejores jugadas de este corredor de fondo, malasañero de adopción y practicante de hermosas melodías herederas de The Beatles o The Rolling Stones. Desde luego, la pareja en escena resultó uno de los grandes atractivos de un concierto en el que, como cabía esperar, brillaron especialmente los viejos éxitos de Paul: el Hanging on the telephone de su amigo Peter Case o Rock'n'roll girl, y, especialmente, Don't wait up for me tonight. Toda una delicia de potentes composiciones por las que no pasa el tiempo.

En cuanto a la voz, si bien es cierto que los años no pasan en balde, también lo es que Paul ha acuñado un estilo vocal que resiste bastante bien el acortamiento de tesitura. Además, en sus últimas composiciones, Collins ha optado por un estilo más relajado que le acerca a Dylan, lo cual le hace salir para delante sin arriesgar demasiado.