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Muchas dudas e incertidumbres entre los inversores institucionales

Más allá de los problemas políticos y sociales que ha levantado, la salida a Bolsa de EDF ha colocado a la eléctrica bajo el ojo crítico de los inversores y en el tempestuoso mar en el que operan los fondos de inversión. Buena parte de los 7.000 millones de euros que ha ingresado con esta ampliación de capital están destinados no tanto a inversiones como a servir la deuda contraída a través de las numerosas adquisiciones que la eléctrica francesa ha efectuado en el mercado europeo para compensar su excesiva dependencia de un solo mercado, el francés, en un sector que se abre a la competencia.

La comisión encargada de evaluar las necesidades de financiación recomendó expandirse en Alemania (vía la filial EnBW), en Reino Unido (London Energy), en Italia (Edison), en Hungría, Eslovaquia y Polonia, y a partir de 2007 intentar penetrar en el mercado asiático. Esta estrategia europea va en paralelo con su salida del mercado latinoamericano. Acaba de vender su filial argentina Edenor al fondo de pensiones Grupo Dolphin y está en negociaciones para salir de Brasil.

Por otra parte, todos los expertos coinciden en que los 58 reactores nucleares, el principal activo de EDF y el que le permitía exportar electricidad a toda Europa, están quedándose anticuadas y se hace necesaria una gran inversión para reemplazarlas. De momento, el Gobierno de Dominique de Villepin parece haber cerrado la puerta a la privatización de Areva.

Además, la presencia todavía ampliamente mayoritaria del Estado, con un 85%, y las promesas de este Gobierno de seguir controlando las tarifas eléctricas no parecen dejar mucho margen a la dirección a la hora de empezar a jugar con las reglas que corresponden a una empresa que cotiza en Bolsa. Legalmente, el Estado francés podría todavía privatizar un paquete de acciones de las mismas dimensiones del que ahora ha puesto en Bolsa, en tanto que el tope mínimo de presencia pública en el capital es de un 70%.

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