Cuatro progresos y tres retrocesos
Cataluña se enorgullece de su experiencia y sus tradiciones comerciales, que, en opinión de muchos, se remontan a la influencia de los fenicios que llegaban en la antigüedad desde el otro lado del Mediterráneo. Su capital, Barcelona, acoge una conferencia para conmemorar los 10 años de una iniciativa diplomática cuyo objetivo es atravesar las fronteras culturales, políticas y humanas de forma no muy distinta a la de hace 3.000 años.
Hoy, en los círculos diplomáticos españoles y de la UE, se siente frustración por los resultados aparentemente mediocres de este compromiso e incertidumbre sobre las propuestas de futuro que pueda elaborar una conferencia de revisión. Sin embargo, el balance global de lo logrado desde 1995 muestra un cuadro variado e incluso dinámico. Es posible que no se hayan alcanzado los objetivos de 1995, pero al proceso de Barcelona pueden atribuírsele cuatro acontecimientos importantes.
La región mediterránea sigue constituyendo un reto que reconocen de forma colectiva los Estados limítrofes y relacionados con ella
LOS PROGRESOS
1. Libia. En primer lugar, desde 1995, Libia se ha incorporado al proceso. A ello contribuyeron tres factores: su decisión de llegar a un arreglo en el caso Lockerbie, su posterior renuncia a todo programa nuclear, y el giro moderado de su política exterior. Es cierto que la visita de Muammar el Gaddafi a Bruselas en abril de 2004 se caracterizó por una marcada diferencia entre dos perspectivas históricas: desde su tienda instalada ante la sede de la UE, Gaddafi reprochó a Romano Prodi la matanza de decenas de miles de libios a manos de los ocupantes coloniales italianos. Sin embargo, ahora que la ONU ha levantado sus sanciones e incluso Washington permite cierto contacto diplomático y económico, Libia ha vuelto a formar parte de la comunidad internacional.
2. Política islamista. Ha habido un cambio notable en la relación entre los Estados de la región y la política islamista. En Egipto, la insurrección que en 1995 se encontraba en pleno desarrollo ha perdido gran fuerza. La alarma que produjo a mediados de los noventa el ascenso de las fuerzas islamistas en Turquía ha dejado paso a la aceptación del Gobierno surgido en 2002 y encabezado por el partido islámico reformista, AKP. La guerra en Argelia entre el régimen militar y sus diversos oponentes armados islamistas -desatada por la negativa del régimen a permitir que los islamistas llegaran al poder mediante una victoria electoral en 1991- ha terminado.
3. Líbano y Siria. Líbano ha vivido una transformación espectacular en su relación con Siria. La repugnancia de la comunidad internacional tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en febrero de 2005 obligó a Siria a retirar del país las fuerzas que había instalado en él, a invitación del entonces presidente, en 1976, año de comienzo de una guerra civil que duraría 15 años y acabaría con la vida de 150.000 personas. La retirada de los sirios ha abierto nuevas incertidumbres, tanto para un Líbano aún dividido como para una Siria cuyo régimen, presidido por Bachar el Asad, recibe presiones de todas partes.
4. Los Balcanes. La región de los Balcanes -crucial para la seguridad mediterránea y europea, aunque no incluida formalmente en el proceso de Barcelona- ha recuperado una estabilidad precaria tras las guerras de la ex Yugoslavia entre 1991 y 1995 y, en el caso de Kosovo, de 1998-1999.
Si bien estas áreas dan muestras de progreso, en otras la situación es menos optimista.
LOS RETROCESOS
1. Sáhara. La cuestión del Sáhara Occidental continúa sin resolverse. Los marroquíes ocupan la antigua colonia -abandonada por España en 1975- y obstruyen la llamada de la ONU a la convocatoria de un referéndum con contenido. 2. Chipre. Chipre sigue dividido en dos Estados desde 1974. También en este caso hubo un plan de paz de la ONU rechazado, en este caso por parte de los grecochipriotas. En años recientes, los turcos del norte de Chipre han dado los pasos más audaces, sobre todo al abrir la frontera que divide la isla, mientras que los griegos siguen oponiéndose a cualquier compromiso y están utilizando la cuestión para complicar las negociaciones de ingreso de Turquía en la UE.
3. Israel y Palestina. El conflicto más destacado de la cuenca mediterránea -entre Israel y los palestinos- permanece paralizado. La primera conferencia de Barcelona coincidió con el asesinato, en Tel Aviv, del primer ministro israelí, Isaac Rabin. Desde entonces se ha producido una degeneración de las relaciones entre los dos pueblos involucrados y dentro de cada comunidad.
Para valorar estos 10 años hay que tener en cuenta las pautas generales de las relaciones internacionales. Si esta iniciativa de la UE pretendía desplazar la hegemonía de EE UU, es evidente que ha fracasado. Washington sigue siendo el actor fundamental en Palestina y los Balcanes, y en 2004 puso en marcha su propia iniciativa de democratización para el mundo árabe, sin ninguna referencia visible al proceso de Barcelona. Los europeos están más divididos que nunca en asuntos de seguridad y política exterior, como muestran las fisuras en relación con Irak desde 2003, la rivalidad entre unos Estados y otros a propósito de la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, el desmoronamiento del proyecto constitucional tras los referendos francés y holandés y las discrepancias sobre la política comercial en el contexto de las negociaciones de Doha.
Ahora bien, pese a estas dificultades, la región mediterránea sigue siendo un reto que reconocen de forma colectiva los Estados limítrofes y relacionados con ella.
Fred Halliday es profesor del departamento de Relaciones Internacionles de la London School of Economics. Este artículo fue publicado originalmente en la publicación independiente on line www.opendemocracy.net Traducción de M. L. Rodríguez Tapia.
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