Amnesia y vuelta a empezar
Tres espectáculos escritos por Sanchis Sinisterra se han estrenado en Madrid en dos semanas: Claroscuros, el musical Misiles melódicos y Flechas del ángel del olvido, dirigido por él mismo. Su protagonista es una chica amnésica, ingresada en una clínica tras ser hallada vagando desnuda. Nadie sabe su identidad. Respondiendo a un anuncio en donde se la describe, acuden su hermana mayor, un chulo que le dobla la edad, un ex compañero de colegio y Dora, que dice ser su pareja.
Cada uno le adjudica una identidad diferente, y todos tienen una escena en la que le cuentan su pasado en común. Intentando hacerla recordar van tejiendo una intriga. ¿Quién dice la verdad? ¿Por qué mienten los demás? En la escena siguiente, los cuatro candidatos intentan descubrirlo. Reunidos en una sala donde se sienten espiados a través de un espejo, desgranan hipótesis, como en El método Grönholm. "Ustedes han venido aquí buscando a otra persona, y se agarran a ésta por desesperación", piensa el chulo. "Se han puesto de acuerdo para robármela", se teme la hermana. "Están jugando con nosotros: nos han presentado a cuatro chicas distintas", dice Dora. Entonces entra la amnésica, la reconocen todos, y la enfermera anuncia: "Nuestra paciente ha recordado quién es". Así, en alto, acaba el primer acto.
Flechas del ángel del olvido
Autor y dirección: José Sanchis Sinisterra. Intérpretes: Marta Domingo, Ferran Audí, Marc García Coté, Velilla Valbuena, Marta Poveda y Concha Milla. Escenografía: Quim Roy. Iluminación: Montse Figueras, Vestuario: Miriam Compte. Teatro de La Abadía. Madrid, hasta el 4 de diciembre.
Elección
Sanchis Sinisterra juega muy bien con la ambigüedad de la situación. Tal vez la protagonista está escogiendo el mejor de entre los pasados que le ofertan, tal vez haya una explicación mágica, improbable, a lo Noel Coward, que aparece apuntada. Los actores tienen calidad y están bien dirigidos. Sus acciones son elocuentes, especialmente las de la protagonista (Marta Domingo) y la enfermera (Concha Milla), calladas y en escena casi todo el tiempo.
En el segundo acto, la chica ha elegido a quien más le interesa, pero le pide que, como ella, se desprenda de su pasado. Para comenzar desde cero juntos. Tras hora y 45 minutos caminando ágil sobre la cuerda floja, la obra aterriza. Llega el momento de las aclaraciones (innecesarias, de verdad). La enfermera de esa clínica inquietante, al estilo de La Fundación, de Buero Vallejo, da el parte médico de la paciente, explica que lo sugerido estaba muy bien y contrapesa todo eso tejiendo una malla de símbolos.
Montse Figueras ha creado una luz fría, con todos los focos dentro de la caja escénica, enmarcada en negro por Quim Roy. Eso produce el efecto, muy logrado, de que los espectadores estamos al otro lado del espejo, en el lugar de los médicos o de quien quiera que esté espiando lo que sucede en la sala.
Babelia
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