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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Antoni Llena, el viaje de invierno

Si alguien es capaz de ver en la Madona del parto, de Piero della Francesca, una tela rasgada de Lucio Fontana, podrá convencer a cualquiera de que la obra de Antoni Llena es la de un acólito tardío de esa fe, prácticamente en extinción, en la pintura como refugio extraordinario de todo artista, lugar de profunda serenidad, sin viento, donde sólo es capaz de habitar un cierto "estado de ser". El ejemplo de La Madona del Santo Sepulcro, tan preñada que parece que toda ella se va a rasgar, nos acerca a aquellos "momentos pregnantes", crepusculares, que enfrentan al artista con su propia fragilidad, llevándole más allá de las regiones oscuras de su yo y permitiéndole entregarse casi impunemente a la dulce tarea de la contemplación. Es en esta travesía de tres momentos donde hay que situar el trabajo de Llena, porque, si bien el artista barcelonés está considerado un precursor del arte conceptual en España, esta condición le ha constreñido más que confortado. Sin ánimo de subestimar el carácter pionero de su obra, sería preferible arriesgarse a pensar que Llena ha sido capaz de sacar del caparazón historicista a las obras maestras de la pintura. Estética, terapia, mística. Tres fases que cierran en parábola la comprensión de toda una trayectoria que ahora el Museo Jaume Morera exhibe, después de su paso, este verano, por el Patio Herreriano.

LA PINTURA COMO EXPERIENCIA

Museo de Arte Jaume Morera

Cavallers, 15. Lleida

Hasta el 8 de enero de 2006

No. Llena no es un conceptual, ni un povera, sino un pintor clásico, un artista que ha sabido dotar de un sentido renovado, más allá de toda narratividad, al propio medio. Su obra ha servido para llevar la pintura hasta su improbabilidad, una imposibilidad que la interroga a partir del esfuerzo de todo artista de imaginar sobre cualquier soporte todo lo que difiere de su yo, como individuo. En este sentido sí habría que decir que su trabajo "conceptualiza" la historia de la pintura, a la manera que lo hace Cindy Sherman con la fotografía o Alexander Sokurov con el cine.

El problema, a la hora de ana-

lizar su obra, es que el peor enemigo de Llena es él mismo. No se puede mostrar su obra fragmentada, arrebatada de su sutil mirada a la historia, como si por ella misma la pintura pudiera justificar su evolución. Así, esta retrospectiva cumple con esa misión, al descubrir "la pintura como experiencia", expuesta con una valentía y autoridad enternecedora (y una se pregunta si este trabajo, tan íntimo, podría competir con toda la espectacularidad del arte actual): "Pinturas tridimensionales", plegadas -L'estel fugaç-, Escultures per portar a la mà, Pintura feta de suor i semen, Pila de papers signats al llom, Catifa de papers pintats, Escultures disecades, realizadas entre 1965 y 1969, es decir, antes de su silencio plástico, que duró hasta 1977, año en que emprendió sus "papeles recortados" donde exhibe su preocupación por la fragilidad de los materiales y la intersección de los colores y las sombras proyectadas en los monocromos. La serie "Epifanías", "Sofismas", "Et in arcadia ego", "Preposicions", "Sense penediment", o las maquetas de sus esculturas públicas representan momentos de balbuceo, indecisión, también de dolor. Llena coloca, a la manera de retablos, papeles, piedras, manchas, pan de oro, espumas de látex, cabellos o espejos rotos. Mantenga, Poussin, El Greco, Leonardo, son rescatados de la bidimensionalidad en una serie de collages que tienen su cita final en el Viatge d'hivern referencia del Winterrreise de Schubert: en esta obra, Llena nos entrega un billete de viaje -sólo de ida- por la naturaleza humana, un mundo descoyuntado que nos señala a nosotros como destinados a enderezarlo. Ésta es la lección del artista, como en Kafka, el viaje invernal del médico rural a ninguna parte. Pura terapia.

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