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Entrevista:Stephen Frears | Director de cine

"Me desagrada todo lo que le gusta a Blair"

Stephen Frears (Leicester, Reino Unido, 1941), toca madera a menos de una semana del estreno en Inglaterra de su última película, Mrs. Henderson presents. Interpretada por Judi Dench y Bob Hoskins, es una mezcla de comedia, drama y musical que evoca los viejos tiempos del Windmill Theatre, un cine del Soho londinense rescatado de las ruinas en los años treinta por una viuda hiperactiva, Laura Henderson, que lo convierte en un esplendoroso teatro de variedades con la atrevida novedad de incluir mujeres desnudas a modo de retablos vivientes. Para gozo de burgueses primero y de reclutas después, que tienen así ocasión de recrear la vista antes de partir hacia el frente en la II Guerra Mundial.

"Éste es un país muy pequeño, y encontrar algo nuevo para hacer una película es un milagro. En realidad ésta es muy, muy original"
"Cuando haces una película tienes que recuperar tu inocencia. Yo nací en días mucho más inocentes que los actuales"
"El cinismo, la burla, la falta de respeto, la crudeza, son cualidades que admiro en los británicos, pero al Gobierno no le gustan"

Frears, autor de películas como Mi hermosa lavandería, Las amistades peligrosas, Ábrete de orejas o la más reciente Negocios ocultos, estrenada en 2002, vuelve al cine tras varios años concentrado en producciones televisivas como The Deal, un cáustico recuento de las maniobras que permitieron a Tony Blair hacerse con el poder en el Partido Laborista y llegar así a primer ministro británico.

"He pasado grandes momentos y también momentos muy difíciles haciendo esta película", explica el director, que parece cansado tras una larga sesión de promoción en una habitación más bien angosta del Hotel Savoy. "Ha sido un trabajo muy duro. Tienes que aprender a hacer las cosas. Era muy detallado y tienes que afrontar los detalles en el orden correcto. Ha sido duro física y mentalmente. Nadie sabe ya cómo hacer películas como ésta. Quizá Stanley Donen. Pero no yo. He tenido que aprenderlo".

La película parece escrita a la medida de Judi Dench, para algunos, una firme candidata al Oscar a la mejor actriz por este papel. ¿La eligió él para el papel de Laura Henderson? "Es muy difícil para mí decirlo porque me llevaron a comer y me dijeron que Judi quería que yo la dirigiera", ríe. "Cogieron a Judi antes que a mí", confirma. "Judi, Norma [Heyman, la productora] y Bob comieron juntos y Judi y Bob dijeron que me querían a mí como director. Y Norma me llevó a comer y le dije que sí. No había visto el guión pero cuando me dijo que trataba del Windmill me pareció divertido hacer la historia de las chicas. Dije que sí, aunque al final fue el guión lo que me capturó. Si el guión hubiera sido malo, nadie la habría querido hacer". "Éste es un país muy pequeño y encontrar algo nuevo para hacer una película es un milagro. En realidad esta película es muy, muy original", sostiene.

"He tenido que trabajar como si hiciera un musical. Pero no es un musical salvo porque es un musical. En cierto modo es una especie de película sobre la guerra sin serlo. Todas las películas son una caja de sorpresas. La película que estoy haciendo ahora, The Queen, aún no sé de qué trata. Conozco la historia, sé lo que pasa, porque lo he filmado y sé lo que pasa, pero no puedo, no puedo... Una vez que está todo acabado es cuando descubro de qué va cada película", explica.

La aventura del Windmill ha pasado a la historia porque Laura Henderson tuvo el atrevimiento de llevar chicas desnudas al escenario en un momento en que la moral imperante en Inglaterra hacía eso impensable. La viuda Henderson lo consiguió llegando a un acuerdo con el censor, que era amigo suyo y con el que convino que los desnudos serían aceptables si se consideraban arte: las muchachas que aparecían desnudas lo harían en forma de retablos vivientes, no como bailarinas, sino como estáticas figuras artísticas. A Frears le intrigaba especialmente por qué las chicas aceptaron sacarse la ropa. "Eran chicas respetables. La gente puede creer que lo hicieron por dinero, pero no había historias de explotación en este caso. Tampoco era un particular asunto de exhibicionismo. Llegué a la conclusión de que fue Van Damm", el director teatral interpretado por Bob Hoskins que mantiene una constante relación de amor-odio con la viuda. "Luego me di cuenta de que yo mismo estaba en esa posición, que las chicas se iban a quitar la ropa por mí. Fue un choque". Pero a diferencia de lo que ocurre en el filme, en el que todo el equipo se desnuda para convencer a las chicas de que aquello es arte y deben hacerlo, Frears no tuvo que quedarse en cueros. "No, yo no me tuve que quitar la ropa", bromea.

Como en otras de sus obras, la cuestión de la pérdida de la inocencia planea sobre la película. "Suelo hablar mucho de la pérdida de la inocencia. Recuerdo a Orson Wells hablando en una entrevista acerca de la pérdida de la inocencia. Cuando haces una película tienes que recuperar tu inocencia. Creo que yo mismo soy un hombre muy inocente. Yo nací en días mucho más inocentes que los actuales".

Aunque enmarcada en la guerra, no pretende ser una película histórica. "Hubo un pase privado de la película que me fue muy útil", relata. "La gente empezó a hacer preguntas y eran preguntas muy, muy preocupantes. Era como si se tratara de una película de Mike Leigh", director británico conocido por su realismo social. "Me pregunté por qué estaban haciendo ese tipo de cuestiones. Y me di cuenta de que había que explicarles que se trataba de una simple película de Hollywood, no de una película de realismo social. Y decidimos hacer los créditos de manera que la gente supiera qué tipo de película iban a ver. Y se acabaron las preguntas a lo Mike Leigh. Hubo en especial una mujer que lo entendió perfectamente. Una mujer de unos sesenta años que era de la generación de las películas que yo solía ver de niño. Ahí aprendí que has de explicar a la gente qué tipo de película está viendo. Es una lección que no tiene precio. Pero nadie me lo dijo. Lo tuve que aprender por mí mismo, escuchando a la gente. Descubrí la importancia de explicarle al público que ésta no es una historia real, sino un cuento de hadas".

¿Es una película patriótica? "La verdad es que las cualidades que me gustan de los británicos no son las cualidades que al Gobierno le gusta que tengan los británicos. Somos muy buenos en algunas cosas pero no son las cosas que gustan oficialmente. El cinismo, la burla, la falta de respeto, la crudeza, todo eso me gusta, ésas son las cualidades que yo admiro en los británicos, pero por supuesto al Gobierno no le gustan. Hay que ir al fútbol y ver cómo la gente hace añicos a David Beckham. Eso es lo que me gusta de los británicos, la falta de respeto. La otra parte, el sentimentalismo, el falso patriotismo, me parece horroroso. O sea, a mí me desagrada todo lo que le gusta a Tony Blair".

A Frears no le gusta Tony Blair y tampoco parece gustarle George W. Bush. Salta de la silla en cuanto se hace un paralelo entre los bombardeos sobre Londres que marcan la segunda parte de la película y los atentados del 7 de julio en la capital británica. "Desde el momento en que George W. Bush usó la expresión 'guerra al terrorismo' supimos que tendríamos problemas. La gente comete crímenes, son criminales. Matar a tanta gente como mataron en el atentado a las Torres Gemelas es un crimen. Pero la idea de que se ha declarado la guerra a América es un absurdo. Es un crimen y hay formas de enfrentarse a los criminales".

Sí es, admite, "una película muy inglesa, muy inglesa, aunque la verdad es que está muy influenciada por el cine americano porque no puedes hacer una película con números musicales sin pensar en el cine americano, en Minelli, en Gene Kelly... Creo que he sido capaz de hacer esta película porque he estado en Hollywood. No podría haberla hecho sin haber estado en Hollywood". Frears se empapó de cine inglés y cine americano cuando era niño. "Era una época en la que no había directores; sólo había películas. Películas inglesas y películas americanas. Y me parece que yo vi sobre todo películas inglesas. Películas sobre la guerra, comedias. Recuerdo cuando empecé a ver a los hermanos Marx. Eran fantásticos".

Stephen Frears ha sido siempre un director atraído por la política, por la evolución de la sociedad. Ahora mismo está trabajando en The Queen, una película que traza las relaciones entre la reina de Inglaterra y el primer ministro Tony Blair en la trágica semana del verano de 1997 que siguió a la muerte de Diana, princesa de Gales y divorciada del heredero de la corona. No quiere soltar prenda sobre ese proyecto más allá de afirmar que, a diferencia de The Deal, que se dirigía específicamente al público británico, The Queen está hecha con la ambición de llegar a todo el mundo.

Frears se hizo famoso con Mi hermosa lavandería, un filme que retrataba la homosexualidad y las conflictivas relaciones familiares de un joven musulmán nacido en Inglaterra de padres paquistaníes. "Ahora no podría hacer la misma película", admite.

Stephen Frears, en Londres.
Stephen Frears, en Londres.JORDI ADRIÁ
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