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Festivales, pasarelas, lavapiés y... productividad

Es probable que a lo largo de los últimos años el turismo, los fondos procedentes de la Unión Europea y nuestra pertenencia a la Unión Monetaria hayan sido algunos de los factores objetivos que mejor expliquen el progreso de España hacia los niveles socioeconómicos de nuestro entorno. Sin embargo, mientras que el impacto de la financiación comunitaria de algunas de nuestras obras públicas y los efectos del uso de Euro son perfectamente conocidos, estudiados y considerados en la toma de decisiones políticas, el turismo es visionado desde una dimensión macroeconómica que difícilmente puede servir de base para afrontar su gran reto: mejorar la productividad.

Recientes trabajos de investigación llevados a cabo por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), y dirigidos por los profesores Mas y Quesada, evidencian que el turismo es un usuario de baja intensidad de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), que la cualificación del empleo es discreta, que, por ende, su productividad es baja y, lo que es más alarmante, que esta variable viene decreciendo desde 1985.

El arsenal estadístico alrededor del turismo sobre el que, en teoría, deben apoyarse inversiones y estrategias, tiene su origen, desde el lado de la demanda, en el Instituto de Estudios Turísticos (IET) y se plasma, en esencia, en la elaboración de las encuestas Egatur (gasto turístico), Frontur (movimientos turísticos en fronteras) y Familitur (movimientos turísticos de los españoles), y en la recopilación de datos procedentes de otras fuentes estadísticas del turismo (ocupación hotelera, de acampamentos o rural, índices de precios hoteleros).

Desde el lado de la oferta, la información procede, fundamentalmente, de la Cuenta Satélite de Turismo (CST) elaborada desde el INE, y complementada con los recientes desarrollos Impactur procedentes desde diferentes CC AA (Baleares, Canarias, Andalucía, Comunidad Valenciana, etc.). Todos estos informes tratan de medir una actividad socioeconómica de carácter transversal, con impacto en múltiples sectores, lo que imposibilita su estudio mediante instrumentos clásicos como la Contabilidad Nacional. Los datos así obtenidos hacen referencia a la aportación del turismo al PIB, su impacto en el empleo, su contribución al equilibrio de la balanza de pagos, la cuantificación de las inversiones, etc.

No estoy seguro de que esta información sea relevante para fundamentar las inversiones de un empresario hotelero, de un restaurador o de un propietario de una agencia de viajes. El que España se esté convirtiendo en uno de los mercados emisores más potentes de Europa lo sabe cualquier español con amigos, como también sabe que cada vez vienen menos alemanes, que las visitas son más frecuentes, más cortas y que muchas se dirigen a segundas residencias, o que existen compañías aéreas de bajo coste cuyos billetes deben ser adquiridos por Internet. El que los hoteles florezcan en el paisaje urbano es, obviamente, conveniente para los precios, pero letal para los márgenes. El que nuestros bolsillos, españoles y foráneos, sufran un IPC en restaurantes, bares y cafeterías que supera en más de un punto el índice general, supone perder posiciones competitivas respecto a otros destinos como Túnez, Turquía, Croacia, etc.

Efectivamente, el modelo turístico está cambiando, ningún establecimiento hotelero puede ahora vender el 80% de sus camas mediante contratos de garantías con seis meses de antelación. El oligopolio de los operadores turísticos alemanes (Tui, Thomas Cook) o ingleses (MyTravel, First Choice), sufre la competencia de agencias invisibles de alta conveniencia para el cliente. Grupos como InterActiveCorp (Expedia, Hotels.com, Hotwire), Sabre Holdings (Travelocity, Lastminute.com), Cendant (Orbitz, Galileo, Avis, Budget) constituyen un nuevo filtro en la oferta del turismo mundial, atentamente observado por eventuales nuevos entrantes como Yahoo, AOL y, claro está, por Google.

La consecuencia de todo ello es clara, durante 2005 un tercio de las compras de viajes en EE UU se realizarán "on line". La productividad de estas agencias, o la de muchas líneas aéreas, se fundamenta en el conocimiento de la industria turística y en la disponibilidad de la tecnología que les permite operar en tiempo real las consultas, las reservas, las compras, los cobros, la emisión de billetes, etc. Si España conoce solventemente el negocio, si las empresas turísticas tienen un tamaño insuficiente para adquirir dicha tecnología, parecería sensato que el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo liderase el esfuerzo de las CCAA, de las asociaciones del sector y de cualquier actor relevante, en aras de posibilitar una plataforma tecnológica española para gestionar el e-turismo. Hasta ahora, los intentos del portal Spain Info, siendo loables, son insuficientes.

En términos parecidos, el posicionamiento turístico, y, por tanto, el reconocimiento de marca de las ciudades, se consigue por medio de proyectos más sofisticados que un festival lúdico anual. Filadelfia y San Francisco serán identificadas como las ciudades tecnológicamente más avanzadas del mundo cuando haya culminado el despliegue de sendas redes Wi-Fi, que permitirán a cualquier residente, o visitante, utilizar Internet a bajo precio o, incluso gratis, desde un parque, un café o un puerto.

Si entrenamos a camareros y cocineros, almacenamos datos estadísticos, pero no formamos a gerentes capaces de aportar nuevos productos turísticos, de aplicar procesos mejorados en sus empresas, de reorganizar las estructuras obsoletas, la productividad del turismo continuará decreciendo. En fin, si medimos la excelencia de nuestras playas en términos de pasarelas y lavapiés, Madrid recibirá, paradójicamente, más bañistas.

José Emilio Cervera es economista. jecervera@mixmail.com

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