Topálov inaugura el ajedrez sin política
Sencillo, modesto y muy simpático; justo la antítesis del retirado Gari Kaspárov. Muy luchador y disciplinado para entrenarse cada día, y esforzado en mantener su buena imagen. Así es Véselin Topálov, de 30 años, el búlgaro de Salamanca, nuevo campeón del mundo de ajedrez, un deporte preñado por la guerra fría, la perestroika y los escándalos desde 1970. Para ser el rey ha tenido que mezclar la belleza con el pragmatismo; la tenacidad, con los métodos más sofisticados.
"Nunca olvidaré lo que me ocurrió a los ocho años en Ruse, mi ciudad natal. Tras ganarme una partida, uno de los mejores jugadores de la zona me echó una bronca tremenda, me tiró de las orejas y casi me pega porque yo había jugado demasiado rápido, sin pensar. Un año más tarde volví a enfrentarme a él en el mismo torneo y le gané".
"Con el ajedrez aprendes a ser paciente, disciplinado, a saber perder sin echarle la culpa a nadie, a tomar decisiones lógicas y a pensar antes de actuar"
"Me gusta analizar la estrategia de los grandes, sobre todo en el tenis. También sigo el fútbol, pero soy gafe; he ido dos veces y no hubo goles"
Topálov recuerda que se sentía muy a gusto en el club de Ruse, y no sólo por la gran popularidad del ajedrez en Bulgaria: "Al lado había un sitio para echar la quiniela, y teníamos calefacción, lo que atraía a mucha gente y creaba un ambiente muy cálido". Aquel hombre que le abroncó había visto el talento del pequeño Véselin, descubierto antes por su padre, quien, un poco agobiado porque el niño le esperaba cada día a la vuelta del trabajo para jugar una partida, pidió a su esposa que apuntara a Véselin en el club. Ahora, Topálov insiste en que no es un genio, pero admite que es imposible estar entre los diez mejores ajedrecistas del mundo sin unas dotes innatas: "Si lo ponemos en números redondos, un 60% de mi éxito se debe al esfuerzo, y un 40%, al talento".
La parte del esfuerzo comenzó en noviembre de 1992, con una aventura que implicó mucho frío y cansancio. Tras ser campeón del mundo sub 14 en 1990, en Puerto Rico, Topálov comprendió que debía jugar en España, el país más activo en organización de torneos internacionales, y se lo comentó a quien hoy es su representante, entrenador y segundo padre, Silvio Danáilov, tras conocerle casualmente en las oficinas de la federación búlgara.
Ya fuera por inspiración, insensatez o ambas cosas, los dos recorrieron 4.000 kilómetros por Hungría, Alemania y Francia en un viejo Citroën, que sólo Danáilov podía conducir, hasta el torneo de Elgóibar (Guipúzcoa). "Hablábamos mucho en el coche, y eso ayudaba a soportar el frío y los kilómetros. Cuando llegamos a la plaza de Elgóibar, me llamó la atención que todos los hombres tenían los zapatos muy limpios, como lacados, a diferencia de Bulgaria, y tiraban todos los desperdicios al suelo, sobre todo en los bares".
Elgóibar, Pamplona, Sevilla, Las Palmas, Benidorm, Ourense, San Fernando, Jerez, Santa Marta y un largo etcétera de 25.000 kilómetros de torneos. Topálov asombra en todos ellos, y pasa de ser el 1.500º del mundo a uno de los 10 mejores. Pronto se enamora de Canarias -"un paraíso"-, pero Silvio se enamora simultáneamente de Mari Carmen, una profesora de Lumbrales (Salamanca), que hoy es la madre de sus hijos, de modo que los dos búlgaros se hacen salmantinos adoptivos.
Tras la vida dura de los torneos abiertos con mucha lucha y poco dinero, Topálov se ve de pronto como un miembro distinguido del ajedrez cinco estrellas: Kaspárov y Kárpov, quienes hasta entonces habían sido "dos monstruos inaccesibles" para él, están ahora entre sus rivales asiduos. Pero la felicidad completa se rompe con una crisis entre 1997 y 2001: aunque no baja del décimo puesto mundial, tampoco mejora. "Era todo inspiración y empuje, quería comerme el mundo, y de pronto veo que la línea ascendente se acaba. Durante esa crisis me reafirmo en que no soy un genio, como
Viswanathan Anand [residente en Madrid, actual subcampeón del mundo]. Él es el mayor genio del ajedrez que he conocido, pero quizá le falte el instinto asesino de Kaspárov. Yo veo que puedo tener más altibajos en el futuro, que para evitarlos debo trabajar muy duro, y eso me da más estabilidad psicológica, me conozco mejor".
Belleza y pragmatismo
En ese periodo también crece en la mente de Topálov el debate entre la belleza y el pragmatismo. Aparte de que siempre va bien vestido y es muy atento con la prensa, los patrocinadores y los admiradores, el búlgaro de Salamanca encandila a los organizadores de torneos porque se deja la piel en cada partida, casi nunca firma empates sin lucha y busca la creación de belleza tanto como la victoria. "Ya, pero cuando creas belleza y pierdes, duele mucho. Esa tendencia a la creatividad sin freno sigue siendo uno de mis puntos débiles. En términos tenísticos, subo demasiado a la red. De hecho, este Mundial de Argentina que acabo de ganar es el primero en el que he sido pragmático, sobre todo en la segunda vuelta, cuando era líder con mucha ventaja".
Desde que el estadounidense Bobby Fischer destrozó la hegemonía soviética, a principios de los setenta, el ajedrez fue un campo de batalla de la guerra fría, y posteriormente de la perestroika, con Kárpov, el disidente Víktor Korchnói y Kaspárov, siempre con escándalos y polémicas. Topálov, ídolo nacional en Bulgaria, no quiere saber nada de todo eso: "Si los creadores de opinión no entienden que el ajedrez merece ser promovido por sí mismo, yo no puedo hacer milagros, aunque lucharé para fomentarlo. En ese sentido, me ha agradado mucho comprobar lo popular que es en Argentina, y me apena ver que los medios de comunicación españoles le prestan cada vez menos atención, a pesar de que, al mismo tiempo, cada vez se introduce más en los colegios".
Y está convencido de las virtudes pedagógicas del deporte mental: "Aprendes a ser paciente, disciplinado, responsable, a saber perder sin echarle la culpa a nadie, a tomar decisiones lógi-cas... y, por supuesto, a pensar antes de actuar, como me enseñó aquel paisano de Ruse cuando yo tenía ocho años".
Dopaje psicológico
LA CAPACIDAD de cálculo depende del hemisferio cerebral izquierdo; la intuición, del derecho. Como ambas son esenciales para los ajedrecistas, es muy importante que éstos tengan sus dos hemisferios equilibrados. ¿Y cómo se logra eso? Por ejemplo, con el método que el doctor en psicología Amador Cernuda ha aplicado a Véselin Topálov, como había hecho en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 con el gimnasta Gervasio Deferr un día antes de que éste ganase la medalla de oro: con auriculares y unas gafas especiales, le hizo ver imágenes y escuchar sonidos concretos para equilibrar sus dos hemisferios cerebrales.
"Eso es decisivo para dormir muy bien, mejora la concentración y la relajación, y optimiza el rendimiento", explica Cernuda, antes de matizar: "Los supergenios no necesitan psicólogos para triunfar. Pero son un tanto por ciento muy pequeño de los medallistas. Con todos los demás, el entrenamiento psicológico es con frecuencia decisivo en el deporte actual".
Topálov también cuida mucho su preparación física, y sobre todo la resistencia (cinta rodante, natación, algo de pesas). A eso dedica la mañana, y dedica en exclusiva y sin falta cuatro horas de la tarde al entrenamiento técnico, siempre ayudado por el inseparable Danáilov, una base de datos con tres millones de partidas y un programa informático que calcula cientos de miles de jugadas por segundo. El resto del tiempo lo dedica al cine, la música, la literatura y, especialmente, el deporte: "Me gusta analizar la estrategia de los grandes, sobre todo en el tenis. También sigo el fútbol, pero sólo por la tele porque en los campos soy gafe; he ido dos veces y no hubo goles".
Y, por supuesto, a los amigos: "Los de siempre son muy leales, y no filtran nada a la prensa de mi vida privada. Ahora me salen muchos nuevos, que dicen que soy un genio. Esa palabra me asusta, y quiero que me dejen tranquilo".
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