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"¡Es genial ser un pirata!"

La Vuelta al Mundo Whitbread de 1997-98 fue la experiencia más enriquecedora a nivel profesional y personal que me ha dado la vela. He ganado siete Campeonatos del Mundo, he participado en cinco Copas del América, he estado en los Juegos Olímpicos..., y, a pesar de que todas han sido grandes experiencias y victorias, ninguna cambió mi vida o mi manera de verla como la Regata Volvo Ocean Race.

De entrada, cuando cubres 57.800 kilómetros en un solo recorrido, te das cuenta de lo inmenso que es nuestro planeta. Para la mayoría de la gente, su idea del tamaño consiste en contar cuánto se tarda en volar desde Madrid hasta Los Ángeles y lo incómoda que es la clase económica. ¡Muy pocos se dan cuenta de que están volando a 16 kilómetros por minuto!

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Pero lo más alucinante, cuando recorres esos 57.800 kilómetros en barco, es poder conocer los sitios más remotos y aislados. Por ejemplo, se podría considerar un lugar muy remoto un punto entre Nueva Zelanda y el cabo de Hornos, a una latitud de 60 grados sur. Allí nunca va nadie. Ni siquiera los buques llegan tan lejos. Pero allí hay toda una civilización: el albatros, con una envergadura de cuatro metros, puebla aquel paraje. Vive en el agua y pesca todo el día.

Navegar por los océanos del Sur conlleva sus riesgos. Si te caes por la borda, lo más seguro es que no te recuperes. Si la nave choca contra un iceberg, o más bien contra un pedacito de hielo que no puede detectar el radar, lo más probable es que se hunda. Estás a 3.200 kilómetros de cualquier tipo de ayuda. ¿Qué ocurre si tienes apendicitis? ¿Si alguien sufre un infarto? ¿O un aneurisma cerebral? A veces, es arriesgado y da un poco de miedo.

Pero de ese sentido del riesgo y del peligro suele venir el miedo. Rodear el cabo de Hornos y dejarlo atrás me produjo una enorme satisfacción. Sentí que había rozado el peligro y que lo había superado. Eso me dio una poderosa sensación de confianza en mí mismo.

Cuando circundas el planeta en barco, son inevitables las preguntas: ¿cuál es nuestra misión en este planeta?, ¿para qué estamos aquí?, ¿a qué deberíamos aspirar?, ¿qué deberíamos ver y experimentar?... En mi caso, ha sido hacer cosas fuera de lo normal. He estado en los sitios más conocidos y ya no siento necesidad de ir a Nueva York, París, Londres o Saint Tropez. A esos lugares ya va todo el mundo. A mí me gusta ir a donde no va nadie. Quiero ir a la Patagonia. Quiero ir a la Antártida. En el verano de 2001 me fui con mi mujer y mis hijos pequeños a Alaska a explorar lo desconocido y lo que nadie había tocado. Vimos cientos de águilas calvas, osos pardos, ballenas y... muy poca gente. ¡Fantástico!

El año pasado, después de que pasaran los Juegos, me empezó a rondar la idea de participar en la Regata Volvo Ocean Race 2005-06. Después supe que el nuevo tipo de barco, el VOR 70, me daría la oportunidad de estar a la vanguardia de una nueva tecnología que va a dominar la vela profesional en los próximos 20 años; sobre todo, la tecnología de la quilla pivotante y todo lo que supone. Y, cuando establecí contacto con Disney, el pasado mayo, me decidí.

Llevo 20 años dedicado a la navegación profesional. Durante los diez primeros lo único que me importaba eran los resultados. Estaba obsesionado con ganar la carrera. Pero en los últimos diez he ensanchado mis miras y ahora también me interesa lo que ocurre en el mundo del deporte y del entretenimiento y el valor que tienen algunos deportes en el mundo de la empresa. Me interesa que el público conozca la vela. Durante mi primera reunión con Disney, en Burbank (California), me dijeron que se utilizaría el barco para promocionar la siguiente entrega de la película Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto. Por esa razón el velero tendría que lucir los símbolos de los piratas en vez del logotipo de una empresa. No tardé en comprender que era el proyecto que buscaba. La idea de promocionar una imagen, un sueño, una visión..., es muy atractiva. Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra fue un verdadero bombazo. Creo que mis hijos la han visto unas 100 veces. No hay duda de que La Perla Negra, que es como se llama el barco, atraerá muchísima atención. Pero también sé que nuestra asociación con Disney será una magnífica plataforma para llegar a millones de personas y permitirles conocer un deporte fantástico y repleto de aventuras. Eso fue lo que me empujó a participar en este proyecto. Cuando salí de la reunión del 3 de mayo, sabía que sería el capitán de La Perla Negra. Me sentía totalmente identificado.

La gente me preguntaba: "¿Por qué vuelves a hacerlo? Ya ganaste en 1998. ¿Qué te queda por probar?" Y tiene razón. No tengo nada que probar. Pero no se trata de probar nada. Se trata de vivir la vida a tope. Para mí, estar sentado en el sofá de mi casa de California, viendo un partido en el televisor, no es vivir a tope. Creo que me sentiré mucho más satisfecho si a los 70 años puedo mirar atrás y saber que le saqué todo el jugo a la vida.

¡Es genial ser un pirata!

Paul Cayard es capitán de La Perla Negra-Piratas del Caribe.

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