Gracias, señores obispos
Gracias por defender la libertad de elección de centro escolar para las familias que realmente no pueden elegirlo: las del Polígono Sur de Sevilla, las del barrio de Cartuja en Granada y otros barrios marginales de Andalucía y de toda España. Porque éstas son, junto las de zonas rurales -aunque por diferentes motivos-, las familias que realmente no tienen posibilidad de optar al elegir un centro educativo para sus hijos, ya que, por lo general, cuentan con una sola opción: el centro público más cercano del barrio o del pueblo. Las otras familias, a las que ustedes apoyan y que se les unen en la manifestación del sábado 12, sí tienen centros escolares para elegir, lo que ocurre es que no les suele gustar el que muchas veces les corresponde, especialmente cuando se trata de un centro público. Por tanto, les sugiero que cambien el lema "libertad de elección de centro" por otro como, por ejemplo, "no queremos centros públicos para nuestros hijos", que es lo que realmente piensan muchos de estos padres, aunque les resulte muy fuerte decirlo así, o tendrán que asumir que están intentando engañar a los ciudadanos.
Gracias también por pedir que la asignatura de religión -por supuesto con minúscula- sea obligatoria, se imparta en horario escolar privilegiado y sea evaluable o, más exactamente, se califique. Aunque en este caso sea más fácil detectar la trampa, espero que se estén refiriendo a todas las confesiones y opciones religiosas y, a pesar de que muchos no estamos de acuerdo en introducir las prácticas religiosas en los centros escolares, se les debe reconocer positivamente su valoración de la diversidad cultural y religiosa y su importancia educativa. De no ser así, de tratarse sólo de la religión católica, aunque tengan derecho a pedir lo que estimen oportuno, evidentemente no se les puede dar las gracias porque supongo que sabrán que la Constitución ampara la libertad religiosa y declara la aconfesionalidad de nuestro Estado. Los avances que ha logrado nuestra sociedad en este sentido han sido tan importantes para nuestra convivencia que no podemos renunciar a ellos. Además, estoy convencido de que la enseñanza de las religiones no es un tema que preocupe hoy día a la inmensa mayoría del profesorado y profesionales de la educación ni a los miembros de las comunidades educativas. Quedó aceptablemente resuelto durante los debates constitucionales y con las leyes de desarrollo constitucional, a pesar de no contentar plenamente a casi nadie, y ha venido funcionado bien desde entonces.
Por último, aunque podríamos hablar de otras cosas que agradecerles, gracias también, señores obispos, por meterse en política. A una actividad ciudadana, tan honrosa y abnegada como la política -lo digo sin ningún tipo de ironía-, que está tan intencionadamente desprestigiada en la actualidad, le viene muy bien que personas tan cualificadas y de tanto prestigio personal e institucional como ustedes participen en ella y que lo hagan no sólo de modo superficial y espontáneo como hacemos todos cada día, sino que se manifiesten pidiendo y reivindicando lo que consideran sus derechos y opten por apoyar claramente una opción partidista, como la del mayor partido de la oposición. Eso sí, por favor, asuman los costes, como todo el que participa activamente en la política; quédense en la parte más noble de la participación política, respetando las opiniones y decisiones que estén democráticamente legitimadas; y, sobre todo, no entren ni animen a entrar en la parte sucia de la actividad política.
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