La UCI sospechaba del español
A los inspectores les hizo dudar su nivel en la Vuelta tras su pésimo Tour
Manolo Saiz, director del Liberty, habló ayer. Puso su mano en el fuego como muestra de fe en la inocencia de Roberto Heras y se hizo eco de las declaraciones previas del propio ciclista: esto es imposible, esto es un mal sueño, esto es un error del laboratorio que quedará aclarado en el contraanálisis.
Poco después volvió a hablar Manuel Piñera, presidente de Active Bay, la sociedad propietaria del equipo ciclista. Insistió en el mismo argumento, y zanjó: "Y hemos decidido no decir nada hasta después del contraanálisis".
Tienen fe en que el segundo análisis dé un resultado diferente al primero no sólo porque lo consideran la última esperanza sino también porque la técnica de detección de EPO, puesta en marcha en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, ha conocido un camino complicado, en el que ha tropezado con algunos contraanálisis negativos, como bien sabe el ciclista español Joan Llaneras o el atleta keniano-norteamericano Bernard Lagat, e incluso con errores en la interpretación de los resultados que condujeron este verano a la anulación en algunos países, incluido España, de varios positivos, por EPO ya confirmados en el contraanálisis.
Este hecho, conocido como el especial caso de las proteínas del esfuerzo, deshechos de la orina que ocupan en la fotografía del laboratorio las bandas que normalmente ocupan las de la EPO exógena, obligó a la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) a enviar en julio una circular a todos los laboratorios homologados conminándoles a enviar a un laboratorio de referencia -París o Lausana- las fotografías con el resultado de todo lo que consideraran un positivo con EPO. "Y así se hizo en este caso", explican fuentes cercanas al laboratorio de Madrid. "Enviamos una copia del resultado del análisis, que después se supo que pertenecía a Heras, al laboratorio de París, que fue el que desarrolló el método de detección de EPO, y desde allí confirmaron inmediatamente nuestra interpretación: es un positivo por EPO muy claro".
"Así que vemos muy difícil, aunque, claro, no imposible, que el contraanálisis contradiga el primer resultado", añaden estas fuentes. Inmeditamente el laboratorio remitió a la Unión Ciclista Internacional (UCI) el resultado no negativo de la muestra analizada, una muestra anónima para el laboratorio, que sólo la identifica con un número. Sólo la UCI tiene la relación de nombres correspondientes a los números que distinguen los frascos y es el organismo encargado de comunicar al deportista, a su equipo, a la federación nacional y a la comisión nacional antidopaje correspondiente la identidad del deportista implicado para que se inicie el expediente correspondiente.
"Enviamos el resultado prácticamente al mismo tiempo que el que luego resultó ser el de Aitor González", explican fuentes de la Comisión Nacional Antidopaje, pero la UCI no notificó en un principio más que el del corredor vasco, por lo que entendimos que la segunda muestra correspondía a un ciclista extranjero". Sin embargo, cuatro semanas después, un plazo inhabitual por largo en las comunicaciones con la UCI, el máximo organismo mundial remitió a España la notificación de que la muestra correspondía a Roberto Heras.
El ciclista bejarano, por otra parte, se encontraba durante la Vuelta en el punto de mira de la UCI, incluido en un restringido grupo de ciclistas sospechosos de utilizar EPO. Los análisis en busca de EPO son caros, complicados, lentos y laboriosos, por lo que no se practican a todas las muestras de todos los corredores. La orina de Heras se convirtió en objetivo directo ya que los inspectores de la UCI consideraron sospechosos dos hechos: la diferencia de su rendimiento entre Tour y Vuelta y su fabulosa recuperación tras la caída que sufrió en Burgos.
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