Esperando el rescate
En España se denuncian 100 secuestros al año. El fenómeno es "incipiente pero está estabilizado", dice la policía, que observa con recelo la proliferación de bandas extranjeras expertas en estos delitos
-¿Qué tal ha pasado la noche el perro?
-Mal, ha estado llorando todo el tiempo.
-¿Pero sigue encerrado?
-Sí.
El policía que escuchaba el teléfono pinchado sospechó al instante. El diálogo resultaba extraño, especialmente para dos presuntos falsificadores de dinero con las llamadas intervenidas. Ahí había algo más. El agente, miembro de la brigada de investigación del Banco de España, refirió el caso al grupo de secuestros.
Pronto, éste descubrió que en el entorno de los dos presuntos falsificadores se había producido una circunstancia que cuadraba: un patriarca gitano había denunciado que su hijo había sido raptado y que había personas que ya se habían puesto en contacto con él para pedirle 300.000 euros. La policía comenzó a seguir a los dos sospechosos. Así localizó una nave industrial de Alcalá de Henares (Madrid).
Policías mexicanos y colombianos visitaron Madrid para asesorar a los españoles
Un italiano estuvo raptado 13 días, los dos primeros en el cuarto de baño de un locutorio
Cuando los agentes irrumpieron en el almacén hallaron, efectivamente, muchos perros, galgos de caza, atados en un esquinazo. También encontraron al hijo del patriarca. No resultaba extraño que se quejara: estaba tumbado de espaldas, recostado sobre un colchón sucio, mirando hacia arriba, con las piernas dobladas, apoyadas en la pared, como si fuera a echar a correr rumbo al techo. Llevaba en esa posición, esposado a una barra de hierro, tres días.
Este secuestro ocurrió a principios de septiembre. No es un caso aislado, aunque la policía asegura que no hay razones para alarmarse por este tipo de delitos. Al año, la policía recibe un centenar de denuncias por secuestros. "Es un fenómeno incipiente pero estabilizado", matiza José Luis Olivera Serrano, comisario jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta del Cuerpo Nacional de Policía. La inmensa mayoría de las veces, además, responde a castigos que se infligen bandas de traficantes de drogas, generalmente extranjeras, que han importado de sus países de origen esta brutal manera de exigir el pago por un alijo.
Hace 15 días, un grupo de especialistas policiales mexicanos, colombianos y estadounidenses se desplazaron a Madrid para asesorar a sus colegas españoles sobre la mejor manera de combatir las bandas especializadas en secuestros. El inspector del Grupo de Secuestros y Extorsiones del Cuerpo Nacional de Policía, Alberto Carba, explica la razón: "Nos encontramos en el embrión de lo que puede pasar. Conviene aprender de los que más saben para mantener esto bajo control".
En México se contabilizan más de 600 casos al año. Se denuncian muchos más. La alarma ha llegado a tal punto que en la televisión se emite actualmente un anuncio en el que una voz en
off advierte: "Secuestrador, te avisamos de que te vamos a agarrar; va en serio". Tampoco es raro encontrar siniestros mensajes destinados a la familia camuflados entre los anuncios por palabras de los periódicos. En El universal de febrero de 2003 se lee lo siguiente: "Atención, jardines del Recuerdo, buscamos lugares al 2,6% hasta hoy. Incluye ataúdes". El jardín del Recuerdo alude al lugar de la entrega del dinero. El 2,6, la cantidad. Lo de los ataúdes se explica solo.
El inspector Carba asegura que la modalidad del secuestro exprés en España "hoy por hoy es mínima". Esto se debe a "la presión policial" y a que las bandas extranjeras que han proliferado en los últimos años, afincadas, sobre todo, en Madrid, Levante y la Costa del Sol, "aún desconocen un tanto el terreno que pisan".
Pero sí que se registra un tipo de atraco violentísimo que se encuentra a un paso del rapto. Uno de los últimos casos ocurrió el miércoles en Viladecans (Barcelona), cuando una pareja de delincuentes suramericanos retuvo en su coche a un empresario para robarle el dinero que llevaba encima más el que pudo extraer con las tarjetas de crédito. Para amedrentarle, además de darle una paliza, le cubrieron la cabeza con una capucha, gritando que le iban a volar la cabeza de un disparo.
"En México se empezó por los asaltos callejeros, siguieron los atracos a bancos y joyerías y se terminó con los secuestros. Aquí se están atracando joyerías. Se trata de que cuando las joyerías se blinden, los delincuentes no salten a los secuestros", explica Carba.
"Se denuncian unos 100 casos, pero no todos responden a secuestros reales; hay muchos simulados. Lo que sí puedo asegurar es que de los casos que se han denunciado este año, se han resuelto todos", asegura el comisario de la brigada de delincuencia organizada Ángel Galán.
No sólo la policía ha movido ficha: la Fiscalía de Madrid va a dedicar en exclusiva a dos fiscales a la lucha contra este tipo de bandas especializadas en extorsión, tráfico de drogas y secuestros.
"Cada caso es un mundo", asegura Carba. El grupo especial de secuestros que comanda se ha visto inmerso en los últimos meses en operaciones delicadas, en las que la vida de la víctima pendía de un hilo y en las que la suerte y la casualidad jugaron un papel determinante. "Una vez descubrimos dónde una banda criminal mantenía retenido a un miembro italiano de otra banda rival gracias a que éste, al que permitían hablar por teléfono con su mujer para pedir el rescate, logró colar en jerga napolitana palabras que no entendieron los secuestradores y que resultaron clave", recuerda Carba. Entre estas palabras clave se contaban la descripción somera de la calle de Valencia, que el secuestrado había atisbado desde la ventana, y la mención de unos "toldos blancos y verdes" que sirvieron a la policía para encontrar el inmueble. Cuando los geos entraron en el piso encontraron al italiano en calzoncillos, maloliente y sucio, resignado a perder progresivamente los dedos de la mano. Llevaba secuestrado 13 días, los dos primeros en el cuarto de baño de un locutorio. "Si no hubiera sido por lo de los toldos verdes y blancos, habría muerto, seguramente, o habría salido mal parado", explica este inspector.
En esto, suena el teléfono de su despacho. El inspector lo coge: una familia paquistaní acaba de denunciar en una comisaría de Madrid el secuestro de un familiar. La "prueba de vida" es veraz: los secuestradores han respondido correctamente a una pregunta que sólo la víctima puede saber, los apellidos de soltera de la madre. Piden 300.000 euros.
-Esto va en serio -dice Carba.
Días después, este grupo especial de secuestros descubriría que el supuestamente secuestrado llevaba años desaparecido, que la familia era conocida en Inglaterra por tráfico de drogas y que la madre había sido engañada por un amigo de toda la vida que conocía los apellidos de todos y que, simplemente, quería 300.000 euros.
"Cada caso es un mundo", repite el inspector.
El detective de los O'Malley
Uno de los casos más peliagudos con los que se ha enfrentado el grupo especial de secuestros de la policía es el del matrimonio de mediana edad O'Malley. Todo ocurrió en septiembre de 2003, cuando la pareja, de origen galés, se desplazó a Benidorm con la intención de comprarse una casa. Contaban con 90.000 euros.
Contactaron con un venezolano dispuesto a venderles un chalé en Alcoy. En realidad, era un estafador con antecedentes penales al que seguían tres cómplices. El matrimonio visitó la vivienda, que no les gustó. Cuando iban a abandonarla, el venezolano se lo impidió. No estaba dispuesto a perder el dinero. Los amarró a las camas. Les suministró tranquilizantes para acallar sus gritos, les aplicó cargas eléctricas... Estaba decidido a retenerles allí hasta que le entregaran todo. Obligó al marido a acudir al banco y a sacar los 90.000 euros. Éste, lívido y nervioso, lo hizo, con uno de los cómplices a la espalda.
Días después, uno de los integrantes de la banda, harto de escuchar los gritos de la mujer encerrada, la estranguló. Al instante, de un tiro mató al marido. "No soportaron la presión de mantener a una persona secuestrada", explica la policía.
Enterraron los cadáveres en la bodega, bajo un metro de cemento. Pasaron los días, la familia comenzó a preocuparse, Gales entero se movilizó, la policía española carecía de datos y sólo contaba con una denuncia por desaparición... hasta que uno de los extorsionadores, ávido de más dinero, llamó a la redacción de un programa inglés del tipo Quién sabe dónde haciéndose pasar por un detective privado que conocía el paradero de los O'Malley.
La policía inglesa sospechó y avisó a los agentes españoles, que tras inspeccionar las llamadas del supuesto detective descubrió que existía un contacto con el número de Anthony O'Malley, producido en septiembre. El resto consistió en seguirle, interrogarle y apuntar su confesión.
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