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Reportaje:DISCRIMINACIÓN

Cuando hablar se convierte en el problema

Andrea Rizzi

Suicidio social. Una tragedia silenciosa, tejida de ansiedades, dificultades y vergüenza, que acaba en un rechazo total de las relaciones sociales. "Ésa es en demasiados casos la consecuencia de la tartamudez. Ése es el nombre: suicidio social". Adolfo Sánchez, de 57 años, presidente de la Fundación Española de la Tartamudez, es muy firme al respecto. "Hay que dejar claro que es un drama muy frecuente", dice. Ser tartamudo es ser soldado en una batalla que hay que combatir todos los días, toda la vida, sin armisticio posible. "Es ser colegial y querer sentarse siempre en el último puesto, detrás del compañero más alto, para que no te pregunten en clase. Ser biólogo y tener que trabajar como reponedor de verduras en un supermercado. Ser guapo y no ligar. Tener mucho que decir y preferir callarse", comenta Sánchez. No extraña que algunos se cansen de luchar.

"Cuenta lo que es no poder tener un trabajo adecuado a tu formación, o acercarse a una chica y oír: 'Es una pena, porque eres guapo, pero no sabes hablar", dice Martín
"La base es una disfunción de las neuronas que regulan la percepción y reproducción de los fonemas", asegura un profesor de Psiquiatría

Hasta hace dos semanas, en la lista de las dificultades que tenían que encarar los tartamudos en España figuraba la "discriminación injustificable" -en palabras de la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega- que les impedía presentarse a un centenar de oposiciones nacionales, autonómicas y municipales. Por decisión del Consejo de Ministros, esa discriminación ya es pasado. "El Gobierno ha arreglado una injusticia. Ahora ya podremos ser, por ejemplo, policías en Cataluña o en el País Vasco, o bomberos en Granada", dice Sánchez. "Pero hay que hacer mucho más".

"Es un paso importante, que acaba con una discriminación indignante. Pero todo el resto sigue allí. ¡Cuéntalo!", dice, en una cafetería madrileña, Gabriel Martín, de 29 años, biólogo y tartamudo. "Cuenta lo que es no poder encontrar un trabajo adecuado a tu formación, por qué en las entrevistas estás descartado nada más empezar. Cuenta lo que es ser objeto de burla y mofa durante toda tu vida. Cuenta lo que es sentirse tan avergonzado como para renunciar a la vida social. O acercarse a una chica en una discoteca y que te diga: 'Es una pena..., porque eres guapote, pero no sabes hablar...".

Discriminación laboral

Gabriel es un biólogo que tuvo que trabajar durante un año como reponedor de verduras en un supermercado. Y eso que no es tartamudo severo.

A su lado, en la cafetería, se sienta y asiente Jorge Colmenarejo, de 30 años, licenciado en Derecho, master en asesoría fiscal, inglés, francés, experiencia de trabajo en el extranjero y... nadie que le contrate en España. "He buscado tanto; ni siquiera recuerdo cuántas entrevistas he hecho. Ahora lo he dejado, estoy preparando una oposición para administrativo. De nivel C". Para los niveles A y B, más adecuados a su formación, hay que superar pruebas orales.

"Ya sé yo cómo iría. Con lo cual, paso. Pero me pregunto: ¿por qué no se nos ofrece la posibilidad de hacer las pruebas sólo por escrito?". Y añade: "En general, está claro que hay puestos en los que es importante o fundamental la fluidez del habla. No me voy a presentar para ser controlador aéreo. Pero en la mayoría, no lo es. Yo no pretendo ser un abogado que defienda ante el juez. Sin embargo, podría desempeñar muy bien todas las demás tareas que le incumben a un abogado, estudiar los casos, escribir las defensas...".

Mientras Jorge y Gabriel hablan de sus vidas, es casi inevitable verlas como ramas de un árbol que se pliegan y empujan buscando la luz y el agua por donde pueden entre muros y verjas. En su caso, sin perder la alegría de vivir. No hay rencor en sus denuncias, ni demasiada amargura en los recuerdos. Durante la entrevista sonríen con frecuencia y ni la voz ni el movimiento de las manos y de los ojos delatan nerviosismo.

Sus historias no constituyen un asunto marginal. La mayoría de los estudios indican que los tartamudos son alrededor del 1% de la población, lo que equivale en España a unas 400.000 personas. La mayoría son chicos. Por cada tartamuda hay cuatro tartamudos. Y entre los niños, el porcentaje de afectados se eleva al 4%-5% de la población. Muchos logran superar el problema. Pero si el defecto persiste una vez alcanzada la edad adulta, hay que resignarse a convivir con él. Sólo se puede reducir, no eliminar.

"La dinámica que lleva al suicidio social empieza en muchos casos en los colegios", señala Adolfo Sánchez. "Hay compañeros que se burlan de ti. Las relaciones con el otro sexo son muy difíciles. E incluso cuando te sabes muy bien la lección, prefieres callar, tener mala nota y evitar el suplicio", dice.

"Yo he llegado a estar contento de que me pusieran un cero, con tal de poder volver a mi asiento", confirma Gabriel. "Y tengo que decir que durante mis estudios han sido muchos los maestros y profesores que se desinteresaban por mi problema o que incluso no intervenían para frenar las burlas". Esas huidas a veces llegan muy lejos. Se acaba escapando de cualquier acontecimiento social. "Tenemos compañeros que directamente evitan salir de casa, relacionarse con los demás. Algunos ni siquiera logran hablar en los grupos de autoayuda", cuentan Gabriel y Jorge.

"La eliminación de la discriminación en las oposiciones es muy buena noticia", dice Sánchez. "Era un escándalo que después de 30 años de democracia todavía siguiera en pie. Cuando conté en el Parlamento europeo cómo estaban las cosas en España, muchos diputados fliparon. Pero hay que hacer más. Es fundamental informar: en este país estamos a 60 grados bajo cero en cuanto a información sobre la tartamudez".

"La impresión es que la gente no tiene muy claro qué es la tartamudez", coinciden Gabriel y Jorge. Carles Escera, profesor del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología de la Universidad de Barcelona, explica que "se trata de una alteración neuronal que impide la fluidez en el habla. Es bastante difusa la idea de que su causa sea puramente psicológica; sin embargo, no es así. Es un problema fisiológico. Los factores psicológicos pueden agravarlo, pero la base es una disfunción de las neuronas del cerebro que regulan la percepción y reproducción de los fonemas. Se sospecha que haya un componente genético, pero no sabemos mucho de eso".

Escera, junto con su equipo, acaba de publicar un estudio en la revista Neurology sobre la tartamudez, en el que se destacan por primera vez las diferencias en la percepción de los fonemas entre los sujetos tartamudos y los sujetos con habla fluida.

"La reacción del cerebro de los individuos de los dos grupos es perfectamente igual ante cualquier sonido. Pero no con los fonemas. Eso no significa que los tartamudos oigan mal, o que no entiendan bien lo que se les dice. Lo que pasa es como si los fonemas dejaran en sus cerebros unas huellas más borrosas de lo normal. Eso les dificulta luego a la hora de reproducir interiormente y exteriormente el propio fonema", cuenta Escera. Eso es todo. La tartamudez, mera discapacidad de expresión, no afecta en absoluto a la inteligencia. Winston Churchill, Isaac Newton y Jorge Luis Borges, por ejemplo, eran tartamudos.

"Para sensibilizar a la opinión pública sobre la tartamudez se pondrá en marcha en los próximos meses una campaña. A mediados de noviembre firmaremos un acuerdo en este sentido con el Real Patronato de los Discapacitados", señala Sánchez. "Es importante que la gente sepa que lo único que nos pasa es que tardamos un poco más en decir las cosas. Y, a la vez, es fundamental que nosotros mismos aprendamos a aceptarnos, reducir el porcentaje de suicidios sociales. Cuando persiste en la edad adulta, la tartamudez se puede reducir, pero no curar. Por tanto, yo creo que lo que sobre todo hay que buscar no es la fluidez en el habla, sino la felicidad en la tartamudez", concluye.

Adolfo Sánchez, presidente de la Fundación Española de la Tartamudez.
Adolfo Sánchez, presidente de la Fundación Española de la Tartamudez.VICENS GIMÉNEZ

Origen de un defecto

TRADICIONALMENTE, LAS TEORÍAS dominantes sobre la tartamudez persistente individuaban el origen de la disfunción en la esfera emocional y psicológica de los afectados. Sin embargo, si es cierto que la ansiedad produce un empeoramiento del defecto, los estudios más recientes indican que la raíz del problema está en una anormalidad estructural que afecta a zonas concretas de la corteza cerebral.

Ello explica por qué, por ejemplo, muchos tartamudos hablan con fluidez idiomas aprendidos de adultos. "Eso se debe a que las zonas cerebrales utilizadas para hablar otros idiomas no son las mismas de la lengua madre", explica el profesor Carles Escera, de la Universidad de Barcelona. "Asimismo, los tartamudos tienen menos problemas cuando cantan, porque en ese acto siguen un modelo externo y no tienen que activar las funciones interiores que sufren las anomalías". Cada vez más, los expertos evidencian el papel de factores genéticos en el aparecer de la tartamudez. "La frecuente hereditariedad indica la presencia de un componente genético. Pero todavía no sabemos dónde está el problema. Sin embargo, podemos suponer que un defecto en los genes que determinan el sexo sea la causa de la mayor incidencia de la tartamudez entre los hombres".

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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