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Luces y sombras en los banquillos

La tormenta no cesó en Bilbao desde que el lunes se anunció el fichaje de Javier Clemente. Desde ese momento hasta ayer, día del partido, el Athletic (es decir el club, el equipo y la afición) han recibido un huracán de mensajes de difìcil digestión. Fiel a su estilo, Clemente les dijo a los jugadores: "aquí mando yo (...) y yo sé más de fútbol que los jugadores"; a la afición, que quiere "hacer un equipo campeón en tres años" y a la Junta, que "si a los técnicos alemanes les pagan 400 millones, a mí no me van a pagar tres". El colofón fue cuando le dijo a la plantilla que, si hacían lo que él les había dicho, tendrían tres días de vacaciones; si no, no.

En la otra orilla, el técnico españolista, Miguel Angel Lotina, más humilde, se sinceró: "Creía que tenía más apoyo", dijo cuando se vio en el infierno, y que necesitaba la victoria "como agua de mayo". Dos estilos, dos maneras de vivir las crisis, quizás expresadas por la actitud de sus respectivos equipos. Clemente tocó la alineación lo justo: Javi González por el tocado Etxeberria, pero el equipo corrió y presionó como no lo había hecho durante toda la temporada.

¿Mérito del entrenador o urgencias del equipo? Lo cierto es que todos, con sus errores y con sus aciertos, parecían otros. Yeste, que ha vivido la semana lesionado y presionado por una suplencia que no llegó, cogió más campo que nunca. "Yeste se siente observado por mí", dijo a la prensa Javier Clemente antes del partido. Debía ser verdad.

El Athletic era la viva imagen del enfermo que quiere curarse y el Espanyol, del que no sabe como curarse. Más allá del estilo y de la técnica individual, la sensación era que el Athletic siempre llegaba antes que su rival a cualquier balón. Si la electricidad se transmite desde el banquillo, ayer el de Clemente (recién instalado) iba a 220 voltios y el de Lotina, a 125. Pero al final se repartieron la luz o las sombras, según se mire.

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