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Columna
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Champán de Almonte

Lo que le faltaba al pleito de Cataluña con España (perdón, con "el Estado") es que Rajoy fuera a brindar con cava por la buena salud del producto estrella. Como los señores, otra cosa no, pero bien educados en colegios de pago sí que están, con una mera indicación les basta. Ahora ya saben todos los seguidores del PP qué es lo que no tienen que comprar estas Navidades. "Pirómano por la mañana y bombero por la tarde", ha dicho la Vicepresidenta del Gobierno del Estado (perdón, de España), con más razón que una santa, Santa Teresa de la Vega de la Infinita Paciencia, que ya le dicen. Con amigos como el PP, desde luego, los catalanes no necesitan enemigos. Pero todo ha sido que los empresarios de la espuma empezaran a mostrarse inquietos por los efectos colaterales del Estatut, para que las burbujas latentes del capitalismo dijeran esto qué va a ser, a ver si con tanta nasió vamos a joder el "negosi". Pues eso.

Los andaluces, en cambio y en general, como somos pobres pero honraos, seguiremos fieles al rito del taponazo del Penedés, por aquello de la solidaridad, digo yo. Aunque más valdría que no nos tocaran mucho... eso, los... tapones. Que aquí mismo, en las tierras nutricias del Condado de Huelva, se fabrica un "vino blanco espumoso" que nada tiene que envidiarle ni al cava ni al equivalente francés. Para que nos entendamos, puro champán de Almonte. Lo fabrica una cooperativa que se llama, tres segundos para que adivinen, "Nuestra Señora del Rocío". Y dice la propaganda que sus "burbujas hacen rosarios y forman coronas". Lógico.

Pero ningún problema. Ni guerra comercial ni boicoteo ni nada. Es más, dado que en Cataluña hay del orden de veinte peñas rocieras, lo que se vislumbra en el bello horizonte de la cohesión es un nuevo hermanamiento, Alt Penedés-Condado de Huelva. De modo y manera: que Chaves y Maragall se den un abrazo de Vergara en algún lugar intermedio (por ejemplo, España) que suscriba el aporte de champán andaluz a una campaña comercial conjunta. Ya veo en las estanterías de medio mundo: "Beba espumoso catalano-andaluz, la Burbuja de la Solidaridad", "La Chispa de las marismas". Y abajo, aunque en letra chiquetita: "Product of Spain". Algo así ya ocurre con el aceite andaluz, que se vende en el otro medio mundo con etiquetas y banderitas italianas, y con las mismas letras diminutas. Aunque aquí lo andaluz se diluyó hace tiempo entre las alegres pompitas del mercado siciliano.

Y es que a los pobres, ya se sabe. Ni siquiera hemos conseguido que no se le llame sherry a una pócima inmunda que venden por ahí, con pretensiones jerezanas. O sea, que no sé a qué se dedica Pérez Saldaña, el consejero del ramo, del ramo de las frustraciones. Para colmo, los andaluces tenemos que llamarle brandy a una cosa que evidentemente es coñac. El único consuelo es que, también en esto, nos hermanamos con Cataluña, que tampoco puede llamarle por su nombre a una cosa que es obviamente champán. En fin, venid a nuestros brazos, hermanos catalanes, que la Virgen del Rocío nos ampara.

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