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Columna
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'Sic transit'

Rosa Montero

Rara cosa esa ambición de gloria y permanencia, esa hambruna de posteridad que tanta gente siente. Una aspiración inane, porque no hay más que mirar atrás para comprobar que los humanos lo olvidamos todo a velocidad vertiginosa. Salvo unos pocos individuos de cada generación cuyos nombres quedan fijados a través del tiempo, los demás desaparecen por completo del recuerdo colectivo, por muy famosos y poderosos que fueran en vida.

Y aún hay algo más mortificante para la honrilla personal. En ocasiones, los nombres de personajes antaño célebres se han colado en nuestra actualidad representando otra cosa y sin ninguna alusión al individuo original. Por ejemplo, todos utilizamos hoy la palabra daltonismo, pero pocos saben que viene del químico inglés John Dalton (1766-1844), un científico formidable que midió por vez primera la masa atómica de las cosas. Además padecía ceguera a los colores, y legó sus ojos a la ciencia para que estudiaran el fenómeno. Dalton fue un genio, pero hoy sólo le recuerdan los físicos y los químicos. Los demás nos limitamos a hablar del daltonismo sin tener ni idea de dónde proviene.

Lo mismo sucede con las tostadas Melba, esos panes crujientes y finitos tan comunes, que en su origen fueron un homenaje a Nellie Melba (1861-1931), una soprano australiana que se convirtió en una célebre estrella de la ópera mundial. Teniendo en cuenta la tendencia al narcisismo de estas grandes divas, me figuro que le disgustaría saber que hoy nos comemos su nombre sin pensar en ella. Otro caso parecido es el baño María, llamado así en honor de la antiquísima alquimista que lo inventó, María la Judía. Ya ven, todo el hermetismo y el misterio de la alquimia, y resulta que hoy el baño María calienta las papillas de los niños.

A menudo, cuando paso por cualquier rincón de una ciudad y veo la estatua en bronce de algún prócer, imagino toda la pompa, la soberbia, el imperioso orgullo que subyacen detrás. Qué poderosos y altaneros se ven los tipos de las estatuas. Pero la mayoría de las veces hemos olvidado quiénes son, y ni siquiera la lectura de su nombre nos evoca gran cosa. Tanto bronce inmortal, para servir después de mero aliviadero para las palomas.

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