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Crónica:FÚTBOL | Novena jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Atlético no aprende

El Villarreal, con uno menos desde el minuto 16, empata a los rojiblancos en el instante final

El Atlético no lo puede evitar. Está obligado a jugar muy deprisa. No es un plan. La culpa la tienen sus jugadores. Son gente rápida. No les gustan los rodeos. A Bianchi le hubiese gustado que su equipo tuviera, de vez en cuando, más cabeza. Reposo. Reflexión. Le gustaría que con un gol a favor en el minuto cinco y un hombre más desde el 16, pensase que la velocidad no es tan necesaria. Que es, incluso, contraproducente. Que el centro del campo es un lugar blando, una especie de limbo al que se pueden condenar los partidos a vagar hasta el final. Pero ningún futbolista rojiblanco viene de fábrica con la tecla de la pausa. Así, aun en inferioridad, el Villarreal tenía más la pelota. Y según pasaban los minutos, hasta las ocasiones. El equipo madrileño, que jugó bien durante una hora larga, acabó bastante angustiado y cediendo un empate inesperado en el último suspiro.

ATLÉTICO 1 - VILLARREAL 1

Atlético: Leo Franco, Velasco, Pablo, Perea, Antonio López; Maxi, Gabi (Luccin, m. 70), Zahínos, Petrov (Ibagaza, m. 75); Torres y Kezman.

Villarreal: Viera (Barbosa, m. 30); Kromkamp, Gonzalo, Q. Alvarez, Arruabarena; Riquelme, Josico, Tacchinardi (Peña, m. 20), Sorín; Jose Mari (M. Senna, m. 62) y Forlán.

Goles: 1-0. M. 5. Zahínos chuta desde la frontal, el balón rebota en Arruabarrena y se cuela por el centro. 1-1. M. 93. Riquelme centra y Forlán cabecea solo.

Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Sorín, Quique Álvarez, Kezman, Pablo, Velasco, Gabi, Riquelme. Expulsó a Gonzalo (m. 16) y a Luccin por doble amarilla (m. 87).

Unos 35.000 espectadores en el Calderón.

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En los primeros veinte minutos sucedieron muchas cosas. Algunas, sorprendentes. En el apartado de las cosas inesperadas, la alineación de Gabi como titular por Luccin: un trueque que no alteraba en nada el producto ni su idea. En el cajón de lo inesperado, un gol desde 25 metros de Zahínos que chutó con mucha fuerza y tuvo la suerte de que el balón rebotase en Arruabarrena y despistase al portero. Entre lo inhabitual, la expulsión de Gonzalo al cuarto de hora de partido. Tampoco es frecuente que un portero, Viera, tenga que ser sustituido. En este caso su cambio por Barbosa fue a causa de una lesión en un hombro tras chocar con Fernando Torres. Casi asombroso, esto ya en el otro cabo del partido, en los últimos 20 minutos, una ocasión fallada por Forlán en un mano a mano con Leo Franco, extraordinario. No es común que el uruguayo falle una oportunidad de ese calibre.

Tampoco es habitual que Riquelme no diga nada hasta el último segundo. Juan Román Riquelme, un tipo extraño, no estaba contento bajo la lluvia. No tocaba casi la pelota. Tampoco la pedía. Zahínos y Gabi le perseguían. Pablo y Perea le miraban de reojo. Los laterales tenían consigna de vigilar su matrícula. Hasta Torres corrió 70 metros para quitarle una vez el balón. Riquelme no estaba a gusto mientras llovía en el Manzanares. En consecuencia, su equipo, que depende de él en proporciones altísimas, tampoco. Sólo apareció en una ocasión: la del gol del Villarreal. Suficiente para ponerle un tanto en la cabeza a Forlán y provocar el fallo de marcaje de Perea.

El argentino, en teoría salió ligeramente escorado a la derecha. Pero ese planteamiento, tras la expulsión de Gonzalo, cambió completamente. Riquelme recuperaba su sitio en el medio y a José Mari le tocaba vencerse al costado. Sorín se retrasó al lateral zurdo. Una reestructuración bastante racional, en la que desaparecía Tachinardi y emergía el central Peña. Visto el exceso de jugadores que entraban por el centro en el grupo de Pellegrini, la pérdida de un jugador no se notó en exceso. La manera de jugar del Atlético, con mucho aire en esa zona, también facilitaba la idea de que nada había cambiado mucho tras la expulsión de Gonzalo. La batalla del equipo rojiblanco no estaba en el centro del campo. De hecho, el grupo de Bianchi siguió jugando, bien, de la misma manera: internadas muy profundas por las bandas, galopadas con tiro lejano de Maxi y combinaciones arriba entre Kezman y Torres.

El Villarreal acabó agobiando al Atlético. Pero los futbolistas del equipo madrileño seguían a su ritmo, sin hacer caso de los aspavientos de su técnico, que no se cansaba, desde el primer cuarto de hora del partido, de pedir que se congelase el juego. Se temía lo peor. Acertó.

Fernando Torres se lleva el balón en carrera ante Quique Álvarez.
Fernando Torres se lleva el balón en carrera ante Quique Álvarez.EFE

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