México, una apuesta picante
Las empresas españolas superan las trabas de la inseguridad en el país azteca y son las primeras inversoras europeas y segundas a nivel mundial después de las estadounidenses
El mercado mexicano puede definirse en dos palabras: atractivo y complejo. El atractivo reside en que es un mercado grande (105 millones de habitantes), en crecimiento, con una población joven, y que goza de estabilidad política y económica: el riesgo país está en mínimos históricos (1,2 puntos) y el déficit público está en torno al 0,2% del PIB.
Es, sin embargo, un mercado muy complejo, donde los inversores temen la inseguridad, tanto ciudadana como jurídica. México es, además, muy dependiente de su primer socio comercial (Estados Unidos) y el 30% de su población vive en la pobreza.
Después de décadas de una economía autártica y protegida, México está abriendo sus mercados. España es el segundo inversor, y el primero de la Unión Europea. En los últimos diez años, ha invertido 13.996 millones de euros, y México ya es su primer mercado en Latinoamérica.
Las empresas españolas son muy fuertes en algunos sectores, especialmente el hotelero (el 65% de las 65.000 habitaciones de la Riviera Maya son de capital español), con compañías como NH o Sol Meliá. También son competitivas en el sector eléctrico -a pesar de las trabas a la inversión extranjera- y en las telecomunicaciones, donde Telefónica, en todo caso, no ha conseguido plantar cara al magnate Carlos Slim.
La próxima oleada de inversiones españolas estará muy ligada a las infraestructuras (empresas como FCC u OHL ya toman posiciones) y el petroquímico, siempre que se reforme la Constitución, que impide el paso a la inversión privada. Los inversores reclaman reformas (laboral, energética y fiscal) y no temen un cambio político en las elecciones presidenciales del año próximo.
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