La pareja feliz
Irradia felicidad sobre el escenario, puede que hasta ternura, esta pareja sentimental y artística. Stacey y Mark han sabido consolidarse como uno de los mejores exponentes de ese híbrido entre música campestre y canción de autor que en su país han dado en llamar ahora americana. Los dos se compenetran tan bien, se les adivina tan cómplices en cada movimiento, que se antojan entrañables hasta cuando evocan cotidianas escenas domésticas o se regodean con las hazañas de la prole ("sí, soy una mamá orgullosa", llegó a anunciar ella).
De siempre han funcionado bien estas parejas mixtas en la escena -geográfica o sentimental- de Nashville, y ahora ese juego de las gargantas bien empastadas, las guitarras trovadorescas y los arreglos sin grandes alharacas cuenta con exponentes bien cualificados. Igual que Sarah Lee Guthrie con Johnny Irion o Caitlin Cary junto a Thad Cockrell, Mark y Stacey aportan voces terrosas y una gran facilidad para componer canciones muy sentidas. Lo demostraron hace un par de temporadas con un disco delicioso, Never gonna let you go, y ahora lo ratifican con una obra aún más íntima y desnuda, S&M communion bread, que en directo alcanza momentos emocionantes: I don't wanna have to run o la solemne y antibelicista The old watch.
Stacey Earle & Mark Stuart
Stacey Earle (voz y guitarra), Mark Stuart (voz, guitarra y armónica). Sala El Sol. Madrid, 20 de octubre.
Sí, Stacey es hermana de Steve Earle, el combativo Michael Moore del rock americano, pero la pareja feliz dejó la ideología para las fundas de sus guitarras, en las que relucían pegatinas por la paz o de adhesión a la fracasada candidatura de Kerry y Edwards a la Casa Blanca. Mucho más ameno resultó disfrutar de otros argumentos estrictamente artísticos: los imaginativos punteos de Stuart o sus versiones de héroes particulares, desde Malcolm Travis al gran Townes Van Zandt. De este genuino gurú del country-folk recuperaron la preciosa If I needed you. "La cantamos porque es una de las canciones más hermosas que hemos escuchado nunca", proclamaron.
Mucho menos previsible fue la valiente incursión en While my guitar gently weeps, de George Harrison, que Stuart releyó en la mejor exhibición vocal de la velada. Quizás no por casualidad, los Beatles habían estado sonando en la sala durante una hora larga, justo antes del concierto. Salvando las distancias -las artísticas y las que marca el océano Atlántico-, Stacey y Mark mantienen con la melodía una relación de amor apasionado similar a la que cultivaron los irrepetibles chicos de Liverpool.
Babelia
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