Se lo merecen
A estas alturas, ya con el Campeonato del Mundo de F-1 liquidado, no creo que haya nadie que no llegue a esta conclusión: tanto Fernando Alonso como Renault se merecen los títulos que han conseguido. La escudería ha creado un coche rápido, competitivo, fiable y, al final, casi tan rápido como los McLaren-Mercedes. Y Alonso lo ha conducido hacia la victoria con una precisión más propia de un reloj suizo que de un ser humano.
A lo largo de la temporada, Alonso no ha cometido errores. Sólo se le recuerda el que le llevó contra el muro en el Gran Premio de Canadá. Nada más. Y no era fácil porque siempre tuvo que soportar la presión de ver el título en la lejanía. En este sentido, se mostró mucho menos consistente Kimi Raikkonen, que, sin embargo, volvió a constatar que es un gran piloto y que luchará también el próximo año por el triunfo absoluto. Y Renault no perdió los nervios en ningún momento y supo administrar a la perfección la ventaja de hasta 34 puntos que en algún momento llegó a tener Alonso sobre el segundo clasificado.
Es cierto que fueron por detrás de McLaren la mayor parte del año. Pero también lo es que la escudería británica nunca consiguió la fiabilidad que siempre tuvo Renault. Fue precisamente eso lo que le costó el título. Porque, con la reglamentación actual, abandonar en una carrera conlleva no sólo la penalización de no puntuar, sino además la de salir en las primeras posiciones en la siguiente cronometrada, con los problemas de adherencia y suciedad en la pista que eso supone.
En las últimas carreras, por otra parte, pudo comprobarse que Renault volvía a estar prácticamente a la altura de McLaren en potencia, lo que demuestra que el equipo nunca estuvo parado y que continuó evolucionando el motor y la aerodinámica. Tenían a punto la última evolución, pero la sacrificaron para asegurar la fiabilidad. Y fue un acierto. También McLaren disponía de un motor más potente. Sólo pudo colocarlo en el coche de Montoya porque Raikkonen cambió el suyo en Japón. Y en la carrera se vio que el finlandés era un tapón para el colombiano.
Montoya habría podido incluso ganar la carrera si no hubiera tenido la desgracia de pasar por encima de una pieza metálica de un desagüe que se había salido de su sitio y estaba en un piano. Fue el primero en entrar en los boxes, pero, en vez de llenar el depósito y cambiar su rueda dañada, se limitó a hacer lo segundo. Cuando salió a la pista, iba el primero, tras el safety car. Pero había otros elementos dañados en su coche y volvió a entrar en los boxes para poner gasolina y revisarlos. Allí perdió su ventaja. Y después tuvo que abandonar porque aquella pieza dañó toda la parte inferior de su bólido y causó destrozos insalvables.
Por lo demás, la de China fue una carrera para olvidar por parte de Ferrari y Michael Schumacher, que cometió unos errores impropios de un heptacampeón. El año deja algunas conclusiones claras: la pugna entre Renault y McLaren no acabará en Shanghai. Puede sumarse alguna otra escudería, aunque ni BAR Honda, ni Williams, ni Toyota demostraron nada especial. Sin embargo, creo que Ferrari habrá tomado nota de la lección que ha recibido y volverá a estar arriba el próximo curso.
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