Un pueblo en la barra de equilibrio
Palomares afronta un crecimiento urbanístico que puede alterar su condición de municipio tranquilo
La sensación que queda al llegar a Palomares del Río es la de estar entrando en una ciudad en construcción. Hileras de casas idénticas, grúas, camiones, obreros. No obstante, el concejal de Urbanismo, Manuel Casado (Unión de Izquierdas de Palomares del Río) asegura que el pueblo no va hacia un "crecimiento desmesurado", aunque tiene aún suelo de sobra para seguir estirándose.
A pesar de la intensa actividad inmobiliaria, Palomares conserva ese aire de pueblo tranquilo que hace años dejaron atrás otros municipios del Aljarafe. Todavía no hacen falta semáforos. El 70% del término municipal está protegido y, por ahora, no están permitidas las construcciones de más de dos plantas. "Tampoco queremos ser Dos Hermanas", dice Casado, en referencia al pueblo más grande de Sevilla (100.000 habitantes).
Con todo, la revisión del Plan General de Ordenación Urbana que ultima el gobierno municipal contempla la construcción de alrededor de 4.000 viviendas, casi el doble de las existentes (2.350), lo que supondría triplicar la población hasta alcanzar los 20.000 vecinos dentro de 10 años.
Palomares, a 13 kilómetros de Sevilla, se subió en los años ochenta al carro del desarrollo en el que ya estaban inmersos otros municipios del área metropolitana. Unos años antes, habían empezado a construirse las primeras urbanizaciones, con chalés en parcelas de alrededor de 1.000 metros cuadrados que, en su mayoría, funcionaban como segunda residencia de vecinos de la capital. Entre 1980 y 1990, la población experimentó un crecimiento del 90%, el segundo más alto de la provincia, y las urbanizaciones empezaron a ser habitadas por vecinos permanentes, aunque fuera a costa de convertirse en ciudad dormitorio.
La integración entre los palomareños de siempre y los recién llegados fue "difícil", recuerda Casado. Y pese a los intenteos del Ayuntamiento, la brecha entre el casco urbano y las 17 urbanizaciones no ha cicatrizado del todo. La distancia física se ha subsanado en parte con el PGOU vigente, que apostó por crecer rellenando los huecos existentes entre el centro y los chalés. Pero han surgido nuevas zonas residenciales que están más cerca de otros municipios que del casco de Palomares.
Entre los retos pendientes, Casado señala la creación de ofertas de ocio, comercio y trabajo que disuada a los vecinos de desplazarse a otros municipios. "El pueblo me parece pequeño. Para comprar ropa o divertirse hay que irse a otro sitio. Pero se vive tranquilo", afirma Teresa Sánchez, vecina de Palomares desde hace seis años. A su juicio, el principal problema del pueblo es la falta de colegios y parques.
La escuela de Palomares es la que tiene más caracolas de Andalucía. El colegio original sólo tiene capacidad para alrededor de 200 alumnos, pero el crecimiento demográfico del municipio se ha traducido en 540 estudiantes escolarizados. Las 12 caracolas prefabricadas que se han ido instalando como solución de emergencia acogen ya a más alumnos que el edificio principal del colegio.
"El pueblo crece y hay infraestructuras que no pueden esperar a que las hagan las administraciones central o autonómica. Por eso ahora estamos exigiendo a los promotores inmobiliarios que participen en estos gastos", afirma el concejal de Urbanismo.
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