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Reportaje:

"Tiró a Miriam y se quedó satisfecho"

Varios testigos relatan el ataque que sufrió una joven en el metro a manos de un desconocido

Miriam esperaba el metro en el andén de la estación de Carabanchel. Ni siquiera reparó en Jorge, el hombre que se colocó a su espalda, a unos tres metros de distancia. El cartel luminoso de la estación anunció la inminente entrada del convoy. En ese momento, Jorge propinó un fuerte empujón a Miriam, que cayó a la vías. Aterrado, Alberto R. G., el conductor del metro, intentó frenar la máquina. Imposible. Las ruedas de hierro amputaron a Miriam la pierna izquierda. Arriba, en el andén, el agresor parecía ajeno al espanto de los demás viajeros. "El chico tenía una enorme cara de satisfacción", recuerda Patricia, que estaba a un paso del agresor. Éste corrió hasta el cercano hospital Gómez Ulla, donde espetó al vigilante de la puerta: "Policía, deténgame, máteme o pégueme... porque acabo de empujar a una chica al metro".

El conductor intentó frenar, pero las ruedas del convoy seccionaron una pierna a la víctima
Jorge empujó a la chica al ver que el cartel luminoso anunciaba la entrada del tren
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Un papel que describe la forma de pensar del detenido

El drama de Miriam, natural de Logrosán (Cáceres) se produjo el pasado día 4 en el andén de la línea 5 en Carabanchel. Eran poco más de las ocho de la tarde. La estación estaba semivacía. Sólo había cinco personas en todo este tramo, que está en curva. Nada hacía presagiar que instantes después un individuo anónimo, Jorge R. V., iba a atacar a la joven Miriam Alonso Corraliza, que regresaba a su casa, tras un día de trabajo.

Miriam, una chica de 20 años, bajita y morena, estaba parada junto a la línea amarilla de seguridad, delante de la garita de control de la estación. No se percató de la peligrosa presencia de Jorge R. V., de 23 años. Ni siquiera se fijó en él. Y de haberlo hecho, posiblemente nada le habría hecho recelar. En definitiva, no era más que un joven de pelo corto con una mochila colgada a la espalda. Aparentemente, un pacífico estudiante.

Justo cuando entraba el convoy en la estación y los carteles anunciaban su llegada, Jorge se abalanzó sobre la joven y la propinó un empujón que hizo que ésta cayera a las vías. Primero se pegó contra el andén contrario. Horrorizada, intentó introducirse hacia dentro, pero no le dio tiempo. "Cayó boca abajo, sobre el raíl más alejado y de espaldas hacia donde entraba el metro. La pierna izquierda se le quedó sobre la vía, mientras que el resto del cuerpo quedó debajo", explica Patricia D. S., una vecina de Carabanchel, de 29 años, que llena de espanto vio todo lo ocurrido. El empellón hizo que uno de los zapatos de la víctima (de charol negro y con una hebilla en el empeine) quedara en el andén.

El metro iba conducido por Alberto R. G., contratado por la compañía desde julio de 2004. El convoy circulaba a menos de 30 kilómetros por hora. Al estar en curva, siempre se entra despacio en la estación de Carabanchel. "Cuando advertí de que el chico empujó a la muchacha, accioné un sistema de frenado de emergencia que se conoce como seta [un pulsador de color rojo], que detiene el tren de modo inmediato", relató el conductor ante la policía.

Pero el monstruo de hierro no se detuvo a tiempo. En medio de la estación se oyó un chillido desgarrador. Era Miriam Alonso, presa del dolor, cuando las pesadas ruedas del convoy le seccionaros la pierna izquierda a la altura de la pelvis. "La joven no paró de chillar hasta que los bomberos lograron rescatarla. Eso nos indicaba que no estaba muerta", recuerda Patricia D. S.

El supuesto autor de los hechos, Jorge R. V., permaneció unos instantes observando toda la escena. Acababa de hacer realidad una obsesión que le rondaba por la cabeza desde hacía más de un mes. Las personas que le rodeaban se quedaron inmóviles, atenazadas por el terror. Nadie sabía cómo reaccionar. "No intenté detenerlo. Sufrí una impresión muy fuerte", declaró ante la policía David H. S., de 48 años, testigo de los hechos.

"No empezó a reírse, pero sí se le quedó una enorme cara de satisfacción", ha declarado Patricia a EL PAÍS. En ese instante, el agresor echó a correr mientras gritaba "policía, policía", según David. Así que éste cogió su teléfono móvil, y, nervioso, marcó el teléfono 112 en demanda de ayuda. "No es que el que el chico que tiró a Miriam saliera muy deprisa, como presa del pánico. No. Se limitó a echar una carrera mientras huía de la estación", añade Patricia.

El conductor del metro avisó al puesto de mando a través de un radioteléfono interno que tiene el tren. Y el jefe del puesto de mando le ordenó al conductor que inmovilizara el tren y que aguardara a que llegaran los sanitarios del Samur-Protección Civil.

Jorge salió de la estación. Descrito como un hombre bastante alto y moreno, con el pelo corto, vestía unos pantalones vaqueros y una camiseta negra. Llevaba un jersey tipo sudadera rojo atado a la cintura y una mochila Adidas de color negro y gris oscuro. Se dirigió hacia la garita de control de la puerta principal del hospital militar Gómez Ulla, sito en la propia plaza de Carabanchel, a escasos metros de donde atacó a la joven Miriam. Entró por la puerta principal de vehículos y se dirigió al vigilante de la empresa de seguridad Vinsa Juan Carlos L.-H. C., de 45 años. Y le dijo: "Policía, deténgame, máteme o pégueme porque acabo de empujar a una chica al metro".

El vigilante del hospital tuvo la impresión de que Jorge R. V. no estaba bien de la cabeza, por lo que solicitó la ayuda de sus compañeros. Mientras esperaba que éstos llegaran, pidió la documentación a Jorge y le ordenó que dejara en tierra la mochila que llevaba en la espalda. Dos policías nacionales motorizados se encargaron del detenido.

Mientras, Miriam continuaba con enormes dolores y dando chillidos de desesperación en las vías de la estación de Carabanchel. Fueron los bomberos procedentes de los parques 6 (calle Imperial) y 10 (Villaverde) los que procedieron a sacarla debajo del metro. La joven presentaba un fuerte golpe en la cara y en el abdomen, además de desgarros importantes en el pie derecho. "Fue todo muy rápido. No le dio tiempo a reaccionar a nadie, ni siquiera al conductor del metro. Sobre todo, porque creo que no pudo ver toda la escena", comenta Patricia D. S.

"Lo que está claro es que ambos no se conocían. No hablaron. La chica le dio la espalda", señala la testigo. "De momento no lo estoy pasando muy mal. Tengo esa imagen metida en la cabeza. Soy la única que vio todo lo que pasó porque el resto de viajeros estaba pendiente de otras cosas. Había una anciana cerca de mí y no vio nada porque me estaba mirando a mí", añade Patricia.

Miriam mide 1,65 y tiene el pelo largo. El día del accidente vestía un pantalón blanco y llevaba un bolso verde con círculos amarillos colgado del hombro. La policía entregó a su familia un libro de una autoescuela de Fuenlabrada, su carné de identidad junto a cinco fotocopias del mismo, su abono transporte, un llavero con 12 llaves y una cartera de color marrón. En la misma había un billete de 10 euros y otro de 10 pesos dominicanos, la tarjeta de la Seguridad Social y dos tarjetas de crédito, además de una pulsera esclava, el resguardo de una joyería, una nómina de Miriam y un teléfono móvil marca Siemens.

Los bomberos la colocaron en el andén central de la estación de Carabanchel, tras sacarla de entre las ruedas del metro. El tráfico estuvo cortado durante más de una hora. Los médicos del Samur la sedaron para que cesara el dolor. Hasta entonces, la joven estuvo consciente en todo momento.

La gravedad de las heridas hicieron que Miriam perdiera gran cantidad de sangre. Tras ser estabilizada y controlada la hemorragia, fue trasladada al servicio de urgencias del hospital 12 de Octubre. El Gómez Ulla estaba a escasos 50 metros del lugar de los hechos. Sin embargo, el 12 de Octubre es un centro de referencia en el ámbito nacional en el área de traumatología, según fuentes médicas.

Mientras Miriam era trasladada al hospital, los dos policías permanecían con el supuesto agresor. A éstos les dijo que había elegido a su víctima "al azar". Confesó que se había encaminado hasta el hospital Gómez Ulla porque estuvo ingresado allí en una ocasión. Le gustaba recordar ese hecho. También señaló a los agentes que todo había ocurrido porque su padre había amenazado a su madre cuando él era pequeño. También había sido tratado desde 2001 en el centro de salud mental de Fuenlabrada por depresiones mayores de evolución prolongada. Sin embargo, no se tomaba la medicación. El forense del juzgado de instrucción número 22 le diagnosticó esquizofrenia, pendiente de ser evaluada el grado exacto.

Jorge negó que conociera a su víctima. Pero pudo describirla: "Se trata de una chica joven, morena, más bien bajita y de complexión fuerte, nunca delgadita". Los agentes le informaron de sus derechos y de su detención. En primera instancia, fue trasladado a la comisaría de Carabanchel, pero terminó la noche en la Brigada de Policía Judicial, en Tetuán.

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