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La indagación del color de Prudencio Irazabal pasa de Nueva York al Artium

El museo vitoriano acoge la primera muestra individual del pintor en su provincia natal

Hace casi veinte años Prudencio Irazabal (Puentelarrá, 1954) dejó los bártulos de la enseñanza, tomó los trastos de su verdadera pasión, la pintura, y se marchó a Nueva York. Sin embargo, la luz del paisaje de su pueblo natal continuaba ahí, en su memoria, y el artista siguió atendiendo a su personal investigación de las complejidades del color. El Artium presenta desde hoy su última obra, 19 acrílicos sobre tela, en la que es la primera exposición individual en Álava de un artista ya reconocido internacionalmente.

Como tantos otros estudiantes de Bellas Artes que se inclinan por la pintura, Prudencio Irazabal aprovechaba los veranos universitarios para dedicarse a su pasión vital al aire libre. Una pasión al mismo tiempo creativa y reflexiva, centrada en el color, en toda su complejidad: la inmediata observación de campo, el estudio de los tratados teóricos de pintores, filósofos y científicos o la consiguiente aplicación práctica sobre una superficie, con los medios que fuera. Y, como en todas las vocaciones verdaderas, ahi se mantiene, cuarenta años después, pero ya con una expresión depurada y una mayor capacidad de comunicación.

Por eso, para quien desconoce la trayectoria del artista alavés, la visita a la exposición que ayer inauguró el Artium debería comenzar por el final. Después de pasar por la espléndida sala que acoge sus cuadros, en la zona en que se recogen sus catálogos y otras publicaciones, una pantalla de ordenador reproduce las fotografías que él mismo ha realizado el pasado verano en Puentelarrá. Son imágenes reveladoras de quien está preocupado por las capacidades infinitas de la luz y también la mejor respuesta a la pregunta inevitable sobre la influencia de Nueva York en su obra: "Creo que sigo buscando, con mejor fortuna, las obsesiones de mi juventud; no me considero permeable a lo que sucede en el exterior. Lo que ofrece esta ciudad es la posibilidad de contemplar en el momento a los mejores creadores de todo el mundo; eso te hace volver al estudio con mucha humildad", explicó ayer en la presentación de su exposición.

La obra de Irazabal no resulta fácil de contemplar: son cuadros de gran formato, que intentan atrapar las complejidades cromáticas de la realidad, sin atender a las formas, que tratan de investigar sobre la importancia de la luz. No en vano ha pedido al museo que se abran las puertas de la sala que dan a la calle para que se pueda disfrutar de los cuadros con luz natural. Lo resumió bien el director del Artium, Javier González de Durana: "El pintor de Puentelarrá busca dar forma al color frente a la habitual coloración de las formas".

Hasta el título de la muestra hace referencia a esta preocupación, Highlights, una palabra inglesa que significa "destellos", "refeljos", pero que en la jerga museística también se emplea para denominar las mejores obras de una colección, "en este caso, las de la carrera de Prudencio Irazabal", apuntó González de Durana.

El propio artista quiso añadir una acepción más para el términop: "Me interesa la palabra highlights por lo que tiene de elevación de la luz, de la concepción celebradora de la pintura", dijo quien se niega a titular sus obras: "Los cuadros nacen y vienen sin palabras, afortunadamente".

El Artium no ha querido olvidar el aspecto más téorico del trabajo de Irazábal. Además del correspondiente catálogo, el museo editará por vez primera en castellano y euskera De coloribus, un texto de Aristóteles en el que reflexiona sobre los colores, uno de los primeros que se escribieron en su género y que ha sido una fuente primera en la concepción de estos cuadros. Quizás por ello, una de las virtudes de la obra de Irazábal es que, además de proporcionar el placer de la contemplación, "activa los interrogantes sobre la pintura", tal y como apostilló González de Durana.

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