Libros y juegos
En este año dedicado al Quijote y, de rebote, a los libros de caballería, nos hemos encontrado al comienzo del curso con un dilema: ¿los libros de texto deberían ser gratuitos?
En la polémica terció el nuevo consejero de Educación. Hizo una afirmación redonda, propia de su condición de licenciado por La Comercial de la Universidad de Deusto: si las familias hacen cola para comprar a sus chavales consolas de videojuegos, también podrán pagar los libros de texto.
Al consejero no le ha servido llamarse Tontxu para evitar que los padres se le enfaden. No me extraña, porque parte de la errónea premisa de que ambos gastos son endosables a la misma partida del presupuesto familiar. Debiera de saber que los videojuegos son costes fijos no negociables.
Para contribuir a la resolución del conflicto, he convocado una consulta entre mis alumnos: ¿qué deberían ser gratuitos, los libros de texto o las consolas? El resultado ha sido: 70% las consolas, 25% los libros y 5% el hachís. Luego venía una pregunta de control para asegurar el valor científico de la encuesta. Por ella he sabido que el 25% que no prefiere que bajen de precio las consolas es porque ya tienen una de última generación y no quieren devaluar su posesión. En cuanto al 5% restante, se trata de un alumno despistado que no suele distinguir cuándo está a setas y cuándo a Rólex.
Los videojuegos se me antoja que son los libros de caballería del siglo XXI. Libros en los que los jóvenes entran por inmersión sin necesidad de que les empujen. Algunos acabarán luego como el hidalgo manchego, buscando gigantes entre los molinos y princesas entre las aldeanas, pero puede que así aprendan incluso más que con los libros de texto. Eso sí, aprenderán cosas distintas. No sólo nuevas habilidades con los pulgares, sino también a manejarse con estrategias y gestión por escenarios, algo que sus padres ni siquiera soñaron.
No aprenderán a razonar sus decisiones, a explicarse, al menos como aprendimos a explicarnos los mayores, pero eso no les impedirá ser jueces, a juzgar por las explicaciones de la juez del caso Jokin.
La comparación del consejero pertenece a esa manera de razonar del pasado. Es como comparar la compra de un automóvil con la de comida. Es que no sólo los valores están cambiando. Los valores están siendo sustituidos a toda prisa.
Me pregunto que se esperará de mí como profesora dentro de algunos años. Al paso que vamos, tengo que prepararme para ir de guía de grupo de resolución de conflictos. No sólo entre alumnos maltratadores y sus víctimas, sino entre personajes de videojuegos. Para ello debería aprender a sumergirme en el ciberespacio convirtiéndome yo también en un personaje de videojuego y saltar sobre el alumno a lo Matrix.
Menos mal que pienso jubilarme antes.
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