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Monzó revisa el catalán de 'Benzina' y de 'La magnitud de la tràgedia'

El autor busca en sus obras una lengua "entre la academia y la calle"

Los últimos volúmenes de la serie Biblioteca Mínima de Quaderns Crema llevan los números 8 y 20. Parece una pequeña anomalía, porque la colección tiene ya más de dos décadas, pero el caso es que la editorial acaba de publicar de nuevo dos novelas de Quim Monzó de los años 1983 y 1989, Benzina y La magnitud de la tragèdia, respectivamente, que el escritor ha querido revisar y adaptar al modelo de lengua -"entre la academia y la calle"- que ha trabajado y depurado a lo largo de su trayectoria.

Al escritor Quim Monzó (Barcelona, 1952) se le considera un renovador del catalán literario de finales del siglo pasado. Por eso, porque la lengua ha sido una de las preocupaciones principales de su obra, Quim Monzó explicó hace unos días en la presentación de las dos reediciones: "Me estorbaba el modo en que estaba resuelta la lengua en las primeras cosas que había escrito, que se iban reeditando y reeditando".

De Benzina se han llegado a hacer siete reimpresiones, y una veintena de La magnitud de la tragèdia. Así es que tras revisar, hace unos años, sus cuentos, ahora le ha tocado el turno a las dos novelas.

Si en La magnitud de la tragèdia -una novela que habla de "la naturaleza trágicamente inagotable del deseo y de la imposibilidad de afrontar la muerte", según el también escritor Javier Cercas, traductor de Monzó al castellano- los cambios son de detalle, en Benzina -"una metáfora sobre la condición vidriosa del artista, la fragilidad de la identidad y la extrañeza permanente ante la realidad", en palabras también de Cercas- el proceso de depuración ha sido más profundo.

"Cuando escribí Benzina no había trabajado aún en medios de comunicación en lengua catalana", afirmó Quim Monzó, que a mediados de los años ochenta participó junto con Ramon Barnils y Jordi Vendrell en El lloro, el moro, el mico i el senyor de Puerto Rico en Catalunya Ràdio. "Trabajar en medios de comunicación me hizo dar cuenta de que la lengua que estaba utilizando era medio heredera de la de mediados de siglo XX, medio heredera del postnoucentisme, una lengua en que se priorizaban las palabras cuanto más alejadas del castellano mejor... Y en cambio, la lengua que yo quería utilizar era más dúctil, un modelo equilibrado entre la academia y la calle".

Como recordó Javier Cercas, en esos mismos años el debate en el mundo de las letras catalanas se centró más en los aspectos lingüísticos que en los literarios. Para el editor de Quaderns Crema, Jaume Vallcorba, el establecimiento de un estándar moderno fue entonces una cuestión primordial.

Ahora "hay muchos estándares, pero lo que está claro es que ese catalán lleno de àdhucs y llurs ha quedado borrado. No es que Benzina estuviera llena de àdhucs y llurs, pero sí necesitaba un planchado", continuó Monzó. Una de las cosas que ha variado del libro es el tiempo; la edición anterior estaba en pasado, ahora en presente: "Cuando empecé a corregir me pregunté por qué estaba en pasado... La novela es una especie de pesadilla con una estructura circular a la que le conviene mucho más el tiempo presente", añadió el escritor, quien también explicó que está trabajando, desde hace tiempo, en un nuevo libro de relatos: "Algunos relatos me gustan y otros no tanto. Uno va escribiendo y sólo publica cuando está contento con lo hecho".

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