"Para mí todo es posible en el teatro, menos el aburrimiento"
En 1994 la compañía Complicite representó La calle de los cocodrilos, de Bruno Schulz, en Madrid. Las dos primeras noches lo hizo ante un patio de butacas prácticamente vacío, ya que eran desconocidos. La tercera, y última, la sala
se desbordó. El teatro no sólo se llenó sino que centenares de personas se agolparon a sus puertas. La policía tuvo que intervenir para frenar a todos los que querían, y no podían, entrar. Las críticas -publicadas esa mañana- habían sido inequívocas: lo que ocurría allí dentro era algo excepcional. Nadie se lo podía perder.
Más de diez años después, la compañía que dirige el actor Simon McBurney regresa al Festival de Otoño. Y lo hace con una de las comedias más oscuras y experimentales de William Shakespeare: Medida por medida. Una obra, como escribe John Berger, sobre el sexo y el castigo, "sobre la pasión sexual que asume el riesgo del castigo".
La voz envolvente de McBurney responde a las preguntas durante una conversación telefónica. Habla del caos de la obra ("toda nuestra vida es caótica, un caos que los hombres nos emperramos en ordenar"), de la manipulación de los personajes ("ni uno sólo dice la verdad") y de la abierta presencia que tiene la sexualidad. "El sexo obsesionaba a Shakespeare", afirma. "Es extremadamente importante en esta obra. Un sexo complejo, que mueve las decisiones de los personajes, como nos ocurre a todos. El sexo y el deseo mueven y organizan nuestras vidas. En esto, como en tantas otras cosas, Shakespeare es intemporal. Su imaginación pertenece a un paisaje ajeno al paso del tiempo".
"Shakespeare", añade McBurney, " escribía en lo que yo llamo presente continuo. De ahí su eterna vigencia".
McBurney define Medida por medida como una obra de fuerte convicción dramática, experimental desde su mismo lenguaje; llena de misterios e interrogantes. "Shakespeare plantea
una serie de cuestiones, pero no da respuestas, o sólo lo hace parcialmente. Es una obra ambigua, escurridiza. El autor parece aceptar lo que no se puede saber".
Durante ocho semanas, Simon McBurney se encerró con sus actores para crear su Medida por medida. La obra arranca con la decisión del duque Vincentio de dejar el poder en manos del puritano Angelo para que haga cumplir una ley que castiga el sexo libre. McBurney explica que lo que ocurre a partir de ahí surge cada día en la sala de ensayos. Un método de trabajo en el que las experiencias personales de los actores, la experimentación con su propio cuerpo y su lenguaje son tan importantes como el texto. Un estilo que algunos comparan con el Dogma del cineasta danés Lars von Trier. "Soy un anarquista, así que me gusta esa comparación". "El teatro", continúa, "debe ser un proceso de averiguación. Es ese proceso lo que más me interesa. Lo que ocurre durante esas semanas de trabajo no puede contarse. Tan sólo puedo decir que todo empieza en esa sala de ensayo, en la que jamás nos sentamos a leer alrededor de una mesa. Nos planteamos las preguntas que plantea el texto, las miramos en nuestro presente y buscamos nuestra manera de expresarlas. Nosotros jugamos, pero jugamos con una disciplina feroz. Cuando abordamos un texto no tenemos idea de lo que puede ocurrir con él. La obra surge cada día, cada hora, cada minuto. Jamás tengo una idea, las ideas son las acciones. Para mí, todo es posible en el teatro. Todo, menos el aburrimiento. ¡Y qué aburrido se ha vuelto el teatro! ¿Sabe lo que más me interesa? Que se vea la obra con absoluta claridad y, a la vez, como jamás la hubieran imaginado".
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