Manda el euro, no el balón
El Udinese se ve debilitado al haber marginado su dueño, Pozzo, a su estrella, Iaquinta
Gianpaolo Pozzo, el dueño del Udinese, presume de presidir la sociedad más sana y rigurosa del fútbol italiano. Y, cuando tiene que elegir entre la sociedad y el equipo, no lo duda: manda el euro, no el balón. Vincenzo Iaquinta, la estrella del Udinese, ha sido apartado indefinidamente del equipo y puesto en venta "porque no cree en el proyecto de la sociedad", es decir, porque aspira a jugar en un club más grande. Ésa es una de las razones por las que el Udinese que llega esta noche al Camp Nou no es la ágil máquina futbolística de la pasada temporada.
La polémica decisión de Pozzo ha privado al equipo de su mejor delantero y ha crispado el ambiente en el vestuario, lo que se refleja en los resultados: el Udinese tiene sólo seis puntos tras cinco partidos de Liga. En el primer encuentro de la Champions venció por 3-0 al Panathinaikos, pero el autor de los tres tantos fue precisamente el represaliado Iaquinta.
Los tiempos en que el club de Udine, una pequeña ciudad industrial del nordeste, podía permitirse lujos como el brasileño Zico han pasado a la historia. Aunque no es la persona más honrada del mundo -ha sido procesado en Barcelona por fraude fiscal en beneficio del Udinese y utiliza con profusión los paraísos fiscales-, Pozzo aplica a rajatabla ciertos criterios de gestión: ningún jugador cobra más de 500.000 euros anuales, ningún jugador se va gratis, a ningún jugador se le tolera la negativa a renovar su contrato en las condiciones ofrecidas por la sociedad.
El centrocampista David Pizarro ya sufrió el curso pasado las mismas coacciones que ahora padece Iaquinta. Tras varias semanas en la tribuna, Pizarro accedió a renovar su contrato, lo que permitió traspasarle poco después al Inter por 10 millones.
El caso de Iaquinta es más sangrante porque su contrato expira en 2007 y el único objetivo de Pozzo es endurecer sus condiciones para que de esa manera los aspirantes a contratarle deban pagar más.
La marcha de Pizarro y la llegada del entrenador Serse Cosmi en sustitución de Luciano Spalletti, ahora en el Roma, han provocado un desplazamiento en el centro de gravedad del equipo. El Udinese de Spalletti se apoyaba sobre un medio centro cercano a la defensa, Pizarro, capaz de movilizar tres puntas rápidas, Iaquinta, Di Michelle y Di Natale, y de apurar el juego por las bandas. Sin Pizarro, la responsabilidad intelectual del Udinese recae en Di Natale, convertido en media punta. Barreto, un joven brasileño de 19 años, es la apuesta de futuro en la zona de creación.
Cosmi suele disponer a sus jugadores en un 3-5-2. La defensa combina la veteranía de Bertotto, el capitán, con la juventud del brasileño Felipe, también de 19 años, y, cuando la cosa funciona, el centro del campo ayuda en el repliegue. Cuando no, como el sábado ante el Reggina, el Udinese es un equipo muy vulnerable a un acoso más o menos sostenido.
En la plantilla también figura Al Saadi Gadafi, hijo del dictador libio, porque ha querido seguir con Cosmi, su entrenador en el Peruggia. Evidentemente, Gadafi no juega.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.