Oro para el frontón
Nowitzki y su Alemania se estrellan contra la defensa de Grecia
Grecia redujo a la mínima expresión a Nowitzki y Alemania con la misma canción de todo el campeonato. El equipo heleno lo ganó a base de torturar el ataque de todos y cada uno de los rivales a los que se enfrentó. Ninguno le pudo meter más de 68 puntos, los que sumó Eslovenia en la única derrota griega en el torneo.
Grecia exprime un juego de mínimos, muriendo en la pista con tal de que nadie le cuele más de sesenta y pocos puntos y a base de anotar poquito, muy poquito más. Ante Alemania superó por primera vez los 70 puntos. Los marcadores retratan su tipo de juego, controlado, con una defensa acérrima y meritoria, pero con un ataque de lo más discreto. Todas sus victorias han tenido el mismo sesgo: Francia en la primera fase (64-50), Bosnia (67-50), Israel (67-61, la dejó en 14 en el primer tiempo), Rusia (66-61) y Francia en las semifinales (67-66).
GRECIA 78 - ALEMANIA 62
Grecia: Papalukas (22), Zisis (13), Chatzivrettas (8), Tsartsaris (9) y Diamantidis (2) -cinco inicial-, Spanulis (1), Burusis (4), Vasilopulos (0), Fotsis (0), Ntikudis (8), Papadopulos (0) y Kakiuzis (11).
Alemania: Roller (4), Pesic (2), Greene (2), Nowitzki (23) y Femerling (11) -cinco inicial-, Demirel (3), Garret (2), Wucherer (6), Nikagbatse (2), Schultze (5), Arigbabu (0) y Maras (2).
Comparar al nuevo campeón con el de 1987, el de Gallis y Gianakis, suena a broma pesada
Alemania, que también juega un baloncesto basado en un control exhaustivo de sus acciones, embellece su pinta y exprime sus posibilidades con el majestuoso quehacer de Nowitzki. Pero está muy sólo. En los días precedentes, los bajitos, Roller, Demirel y Greene, secundaron al maravilloso jugador de los Mavericks tejiendo y apuntillando desde fuera. Pero la defensa griega no les concedió el más mínimo respiro y Nowitzki, sin tener su mejor día con uno de ocho triples, fue el único que le planteó dificultades. Concluyó con 23 puntos. Fue el mejor del partido.
La imagen de la noche dice mucho de lo que pide la gente. Se produjo cuando Nowitzki, exhausto, con un par de jugadores griegos enganchados siempre a su camiseta a los que sólo les faltó seguirle hasta el banquillo, dijo basta. Quedaban todavía tres minutos por disputarse, pero los triples de Papalukas y Kakiuzis y las entradas de Zisis habían abierto ya un agujero tremendo en el marcador (70-55). La final estaba vista para sentencia. El seleccionador alemán relevó a Nowitzki en un gesto muy de agradecer.
Los casi 10.000 seguidores griegos presentes estaban enloquecidos con el segundo triunfo de su selección en la historia del Europeo, pero hasta ellos se añadieron a los otros 10.000 espectadores que, puestos en pie, aplaudieron a rabiar la retirada del jugador alemán. La final se la llevó Grecia, pero el baloncesto, desde luego, entendido en su raíz primigenia como el arte de anotar, está en las manos de jugadores como Nowitzki.
La selección griega ha logrado salir por fin de las catacumbas. Vuelve a ganar como lo hizo en Atenas en 1987. Grecia sueña. Pero querer compara a este equipo con aquél de Gallis y Gianakis, el mismo que hoy lo dirige desde la banda, suena a una broma pesada. Esta Grecia gana como ganó la Grecia de fútbol la Eurocopa de Portugal. Malos tiempos para el espectáculo y el juego que quiere la grada.
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