Remesas
La globalización ha permitido la interacción de culturas, pero también ha promovido un mejor funcionamiento de los mercados. Así, la reducción en los costos de transporte y obtención de información ha permitido que en el mercado de trabajo de algunos países europeos se produzca una flexibilidad de hecho que ha conducido a obtener mayores tasas de crecimiento y mejor nivel de vida. Tal es el caso español.
El impacto sobre las economías proveedoras de esa mano de obra es más incierto. Hay un gran número de personas dispuestas a arriesgar hasta la vida por hallar oportunidades en otros países. Por tanto, la inmigración muestra la incapacidad de las regiones pobres para generar las oportunidades necesarias para conservar su capital humano.
América Latina se ha convertido en el mayor receptor mundial de remesas de la emigración (más de 50.000 millones de dólares)
¿Regresarán a sus países? La experiencia dice que este capital, en su mayor parte, está perdido para las economías subdesarrolladas. Más aún, el desperdicio es mayor debido a que una proporción muy elevada de las personas que deciden trabajar en otro país tienen altos niveles de educación. En México, Guatemala o República Dominicana, más del 20% de la población con educación media o superior ha decidido emigrar en algún punto de su vida.
Pero, ¿hay algún beneficio derivado de esas pérdidas? La respuesta, por fortuna para los países pobres, es afirmativa y tiene que ver con los flujos de remesas. Buen ejemplo es América Latina, región que se ha convertido en el mayor receptor de estos recursos (más de 50.000 millones de dólares). En muchos países, las remesas constituyen una proporción importante de las fuentes totales de divisas (más de 100% del PIB en El Salvador o 70% de los ingresos por exportaciones de crudo en México). Más aún, de acuerdo con proyecciones del BID, estos recursos seguirán creciendo hasta alcanzar los 500.000 millones en 2010.
Dadas las proporciones potenciales de estos flujos, es vital que los gobiernos incentiven su ahorro y uso en actividades productivas. En ese sentido, el papel de los intermediarios financieros es fundamental. Su entrada en el mercado de remesas ha reducido los costos de envío (de 15 dólares por cada 200 hace 5 años, hasta poco menos de la mitad hoy) y, en segundo lugar, la incorporación de estos recursos en el sistema bancario debe ayudar a su desarrollo y a la eficiente canalización del dinero hacia proyectos productivos.
M. Cardoso es economista del Servicio de Estudios de BBVA.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.