Cachete, la peor solución
Detrás de la teoría del cachete -el 58% de los padres españoles cree "necesario" pegar a los niños- impera el argumento de que los progenitores son propietarios de sus hijos. Es la idea con que los machistas violentos atacan a sus mujeres: "La maté porque era mía". Había otra vieja filosofía educativa -la letra con sangre entra-, pero pocos padres acuden a ella, pues la gran mayoría declina esa función en favor del profesorado. Hace tiempo que nadie osa pegar en la escuela española.
Pegar a un hijo está socialmente aceptado. Lo dice el idioma: "Azotaina", "una torta a tiempo", "un cachete". Un estudio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales indica que las madres pegan más que los padres. Un 27,7% ha pegado a sus hijos en el último mes, a una media de tres veces por mes, y el 2,7% reconoce que con "golpes fuertes".
"Si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear; si vive avergonzado, aprende a sentirse culpable; si vive en la tolerancia, aprende a ser paciente"
Detrás de la teoría del castigo físico, que defiende el 58% de los padres, impera el argumento de que los progenitores son propietarios de sus hijos
¿Legal? En España lo es si se lee laxamente el artículo 154 del Código Civil, que dice que los padres "podrán corregir razonable y moderadamente a los hijos". Muchos países europeos mantienen la misma legislación, pese a las críticas. En cambio, Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Austria, Chipre, Letonia y Croacia, entre otros, ya han prohibido ese castigo. Suecia fue quien primero lo hizo, en 1979.
Los expertos de la ONG Save The Children, con palabras de Juan Carlos Carmona, sostienen que "si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear"; si vive avergonzado, aprende a sentirse culpable; si vive en la crítica, aprende a condenar; si vive en la tolerancia, aprende a ser paciente; si vive estimulado, aprende a tener confianza; si vive con equidad, aprende a ser justo; si vive "con aceptación y amistad, aprende a encontrar el amor en el mundo".
Es la tesis, también, del defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, que ha promovido un cómic con el lema Educa, no pegues, en el que un defensor del menor llamado Dimas relata sus aventuras. Entre los "efectos del castigo físico en los niños" subraya que "daña su autoestima, les enseña a ser víctimas, les hace sentir soledad, tristeza y abandono, les hace sentir rabia y ganas de alejarse de casa y genera más violencia".
Trinidad Bonet, psicóloga clínica con gran experiencia en este campo, hasta el punto de que algunas madres la llaman con cariño "domadora de niños hiperactivos", no ve tan claro que haya que descartar un cachete bien dado. Dice: "Si el niño detecta coherencia, cariño, justicia, mesura; si luego hay un periodo de reflexión, de calma, de explicación de por qué ha pasado lo que ha pasado, y de reconciliación (nunca dejar de hablar después de un episodio, nunca dejar los abrazos y cariños...); si se habla sobre cómo intentar que no vuelva a pasar, todo eso minimiza los posibles efectos negativos de un cachete porque, en ocasiones, un azote en el culo, una colleja, si cumplen estos requisitos, no tiene por qué ser inadecuado". Subraya, sin embargo, que el castigo es siempre el último recurso a la hora de educar: "Hay tantas cosas que se pueden hacer para evitar tener que llegar a castigar".
¿Qué tipo de castigos recomienda la doctora Bonet? Por ejemplo, la eliminación de algo positivo ("te quedas sin": paga, tele, entrenamiento, ordenador); aplicación de algo negativo ("te encargas tú de": limpiar el coche, bajar la basura, hacer la cama de todos), o reprimendas y azotes, siempre con estas condiciones: que el castigo sea inmediato, justo, adecuado a la edad, intenso pero no desmesurado, constante (siempre que se realice, la conducta se aplicará a la consecuencia), avisado (el niño sabe que si..., entonces...), y acompañado del refuerzo de la conducta contraria positiva.
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