Despropósito
La opinión era unánime el pasadomingo. Acabábamos de terminar la Vuelta a España y en la última etapa habíamos rodado un par de vueltas por el que sería el circuito de este Campeonato del Mundo de Madrid. No exactamente el mismo, pues no subimos la cuesta de Herrera Oria, que al parecer es una de las zonas más exigentes, pero sí en lo que concierne a la llegada en la Castellana. La unanimidad fue plena: este circuito es un despropósito.
El ciclista, que es una especie ya de por sí adaptativa, es capaz de soportar extremos insospechados cuando de uno de competición se trata. Acostumbrados como estamos a tener que adaptarnos a los horarios televisivos o a los caprichos de la meteorología, el tener que tragar con las imposiciones del organizador es pan comido para nosotros. Digamos que lo hacemos a diario.
El circuito es muy rápido y vistoso, trancurre por pleno centro de la ciudad y desde el palco de meta puedes ver a los ciclistas por partida doble, cuando suben y cuando bajan. Pero si lo vemos desde el punto de vista del ciclista, la historia cambia. Encontrar un solo kilómetro sin parchear es una quimera; hay zanjas, alcantarillas, respiraderos del metro...; en ciertas curvas más vale no inclinarse demasiado porque el asfalto no da nada de confianza; y bueno, todo esto no es nada si lo comparamos con la curva final. Un giro de 180 grados en bajada al que se llega a cerca de 80 km/h a 600 metros de la meta. Un campo abonado para la inevitable caída. Es decir, el despropósito.
Pero al parecer, alguna cabeza pensante se ha dado cuenta ahora de este despropósito y le ha buscado una solución. Como dice el refrán, más vale tarde que nunca. Ahora girarán hacia la izquierda en la bajada, buscando el carril lateral, con lo que la curva amplía su radio y pasa a ser una especie de semirotonda que estará aún más lejos de la meta. Exceptuando algún kamikaze con nombre y apellido, todos los corredores estarán contentos con el cambio.
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