Crónica de un tiempo duro
Flor de Otoño se estrenó en 1973 y fue un éxito importante. Pasó al cine, y desde el cine viene ahora, más de treinta años después, una versión que se debe a María José García; supongo que haría falta para que entrase en esta actualidad, o saliera de aquélla, que estrenada en vida de Franco y con una censura teatral aguda, podría necesitar esta revisión. Entonces me pareció excelente; ahora, menos. Quizá por las revisiones y por la dirección de Ignacio García. Encuentro demasiada inclinación en algunos momentos hacia el esperpento en el retrato de las familias bien y las reuniones de los anarquistas, con una bomba redonda y un idioma más de farsa que de la crónica de un tiempo duro en Cataluña -la dictadura de Primo de Rivera- que entran en la comicidad.
Flor de Otoño
José María Rodríguez Méndez, versión deMaría José García. Intérpretes, Beatriz Amezúa, Pedro Almagro, Ángel Amorós, Ana Frau, Carmen Belloch, Juan Calot, Sergio Castelar, Vicente Díez, Cesáreo Estébanez, Trinidad Iglesias, Paco Maestre, Fele Martínez, José Antonio Montaño, Roberto Mori, Juanma Navas, Miguel Palenzuela, Francisco Piquer, Juan Portilla, Pep Sais, Ruth Salas, Román Sánchez Gregory. Vestuario: Rafael Garrigós. Iluminación: Mario Gas. Escenografía: Cecilia Hernández Molano y Natalia de la Torre. Dirección: Ignacio García. Teatro María Guerrero, Centro Dramático Nacional. Madrid.
Llevados a esos extremos, no todos los comediantes pudieron hacerlo bien, sin mohínes y sin remedos. Otra exageración: cargar con la pluma al travestido, que pasa de ser un personaje de triple personalidad a ser un mariquita sin gracia. Con mucha oscuridad en el escenario, y hasta con humo para dar un efecto dramático a lo que lo tiene por el texto y la situación, como es la escena de la cárcel, ni luz ni decorados mejoran en nada el texto.
Fueron muchos los aplausos. Los primeros arrancaron en la actuación de la cupletista, y la verdad es que Trinidad Iglesias lo hace muy bien; luego se guardaron para el final y se dirigieron de manera especial a Jeannine Mestre y menos a Fele Martínez, que cuando su papel se hace de persona normal lo hace bien.
"Viva la farándula", gritó el autor al salir, y el público, que era de la farándula, se entusiasmó. Lástima que a veces la presión de un director cambie el sentido con el que la farándula la hubiera hecho. En todo caso, es un espectáculo muy recomendable en cuanto al recuerdo, la manera de tratar y de interpretar esta crónica del siglo XX.
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