Guti cambió el partido
El Madrid pagó en el primer tiempo el ataque de pánico de Luxemburgo y reaccionó después ante un discreto Athletic
El fútbol es caprichoso, pero dice mucho del destino de los jugadores. Debutó Woodgate y marcó un golazo. En su portería. Robinho también anotó su primer gol, pero en la portería correcta. Fue un gol importante porque acabó con la sospecha de una nueva catástrofe del Madrid, superado por el Athletic en el primer tiempo y por las extrañas decisiones de Vanderlei Luxemburgo, que volvió a condenar a galeras a Guti hasta que la cosa se puso muy fea. Guti contribuyó decisivamente a la victoria del Madrid, pero que nadie se apure: más temprano que tarde volverá al banquillo.
Llegan estrellas, iconos comerciales, jugadores de galaxias insospechadas, llega la delantera de la selección brasileña, llega el Madrid que se decía comprometido con el espectáculo y a Vanderlei Luxemburgo le da un ataque de pánico. El hombre reservó tratamiento de usted al Athletic, el equipo que representa todo lo contrario que el Madrid. Con todos los chicos de la casa, alguno de ellos sin apenas experiencia en Primera División, una magnífica rareza en los tiempos de Bosman, el Athletic salió a jugar al Bernabéu y se encontró a Gravesen y Pablo García enfrente. Dos discretísimos centrocampistas defensivos para contener al Athletic y sacar a su equipo del agujero. No funcionó, por supuesto. No funcionó porque a ninguno de los dos les alcanza para jugar en el Madrid, o al menos en la idea que se tiene del Madrid como faro del fútbol. No funcionó porque representa una bofetada a la historia del equipo. No funcionó porque no eran necesarios. No funcionó porque representan todo lo que la afición detesta del actual Madrid. El Madrid necesitaba agilidad, un fútbol autoritario y alguien capaz de dar un pase. ¿Gravesen? ¿Pablo García? De ninguna manera.
REAL MADRID 3 ATHLETIC 1
Real Madrid: Casillas; Salgado, Pavón, Woodgate, Roberto Carlos; Gravesen (Guti, m. 45), Pablo García; Beckham, Raúl (De la Red, m. 87), Robinho; y Ronaldo (Raúl Bravo, m. 69).
Athletic:Aranzubia; Expósito, Lacruz, Prieto (Murillo, m. 85), Casas; Gurpegi (Iraola, m. 72), Ibon; Tiko, Yeste, Orbaiz; y Etxeberria.
Goles:0-1. M. 24. Woodgate marca en propia puerta. 1-1. M. 52. Beckham centra de rosca una falta y Robinho remata de cabeza. 2-1. M. 64. Guti mete un pase al hueco para Ronaldo y éste la cede para que remache Raúl. 3-1. M. 68. Cabezazo de Raúl tras un córner lanzado por Beckham.
Árbitro:Undiano Mallenco. Amonestó a Lacruz, Salgado, Gurpegi, Ibon y Prieto. Expulsó a Woodgate (minuto 65) por doble tarjeta amarilla.
Unos 70.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.
Lo peor para el Madrid fue que la titularidad de Gravesen y Pablo García proclamaba a los cuatro vientos las dudas y miedos de su entrenador, que tiró el primer tiempo a la basura. En un momento crucial para el equipo, a Luxemburgo le salió una decepcionante vena conservadora. Lo aprovechó el Athletic con un juego de cierto mérito que le permitió manejar el primer tiempo con una tranquilidad inesperada. De paso se adelantó con el gol que Woodgate envió a la escuadra equivocada. El chico pasó un rato malísimo. Dedicó el resto del partido a cometer graves equivocaciones que evidenciaron su falta de rodaje y su delicado estado nervioso. Terminó expulsado, por supuesto. Había prisa por darle un puesto en el equipo, pero Woodgate no está en condiciones todavía. Woodgate, Gravesen, Pablo García...los peores síntomas estaban en el campo.
El Athletic llegó hasta donde le dejó Luxemburgo. O sea, llegó hasta el segundo tiempo. Su mérito fue disponer de la pelota, de forma morosa, un poco chata si se quiere, pero suficiente jugar con tranquilidad. El famoso pivote defensivo del Madrid naufragó clamorosamente frente a Yeste, que caminaba por el campo y nadie le paraba. Tiraba paredes, cambiaba la pelota de frente, se asociaba con su gente y así pasaban los minutos. A su lado, Orbaiz controlaba el medio campo y Tiko afinaba el punto de mira. Comenzó a rematar con tanta frecuencia que parecía un duelo personal con Casillas, cuya respuesta fue impecable en tres ocasiones, especialmente en una estirada en el primer palo que resultó decisiva. El Athletic tenía la ventaja, jugaba con comodidad, aprovechaba las concesiones del Madrid y escuchaba el creciente enfado de la hinchada del Bernabéu. Pero Casillas, que volvió a completar su típica noche magistral frente al Athletic, sacó la mano, rechazó el balón y dejó el partido abierto para que Luxemburgo hiciera los deberes. Retiró a Gravesen y Guti ingresó para cambiar el partido.
No hizo nada extraordinario, excepto el pase del segundo gol, la obra de arte de un geómetra. El Madrid necesitaba un pasador, y allí había uno de categoría. Pero los grandes momentos de Guti son efímeros. Enseguida se le recuerdan sus lacras, las reales y las ficticias. Su destino no va a cambiar a estas alturas de su vida. Pero su influencia en el partido fue indiscutible. El Madrid no deslumbró en el segundo tiempo, pero estaba mejor armado para imponerse a un equipo que prefería no hacer ruido. El Athletic quería un partido de perfil bajo, sin agitación. Pero la segunda parte tuvo la intensidad que le faltó a la primera, con dos condiciones añadidas: el Madrid tenía a Guti y el Athletic tenía la misma deficiente defensa de casi siempre. Es un equipo condenado al sufrimiento por las tremendas carencias de sus defensas. No hicieron lo de Woodgate, pero estaban como locos por imitarle.
Sin grandes alardes anotó el Madrid el empate, un cabezazo de Robinho, su primer gol en el Madrid. Gol importante, además, porque el equipo aceleró su juego y encontró con rapidez el segundo tanto, que nació de un imponente pase de Guti, la imparable carrera de Ronaldo y la aparición de Raúl para empujar. El partido era otro y no el que más convenía al Athletic, que no tiene la piel de elefante. No jugó mal, pero pareció demasiado ligerito, sin entereza para sostenerse en los momentos de dificultad. Y por mal que juegue el Madrid, todos los equipos atraviesan por problemas en el Bernabéu. Se encargó de proclamarlo Raúl, autor del tercer gol y extremadamente enchufado en el segundo tiempo. El partido estaba resuelto, tanto que la expulsión de Woodgate no pesó ni en el juego ni en el resultado.
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