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Entrevista:ALFREDO TAJÁN | Escritor | Signos

"En esta novela afloran mis miedos y el precipicio de estar viajando constantemente"

Javier Martín-Arroyo

Alfredo Taján (Rosario, Argentina, 1960), escritor afincado en Málaga, ha vuelto la vista atrás para que su país de adopción y Argentina dialoguen en un tono ácido muy inglés. A través de los herederos de una fascinante sociedad de espías socio-culturales, la novela La Sociedad Trasatlántica (Destino) se adentra en la misteriosa Buenos Aires para urdir una laberíntica trama en la que sus personajes mienten más que hablan.

Pregunta. ¿Cómo nace esta conspiración? ¿Existió alguna vez un grupo parecido a la secreta Sociedad Transatlántica?

Respuesta. La novela surge estando en Buenos Aires cuando cae De la Rúa y arde Buenos Aires en la gran crisis de 2001. Me causó tal conmoción que de ahí nació esta sociedad secreta, casi masónica pero solidaria y humanística. Pero sí, bajo ese nombre se denominaba a un grupo de la alta burguesía que viajaba continuamente a Europa en los trasatlánticos porque se identificaban con París y Londres, que eran sus aspiraciones. La novela es un homenaje a esta sociedad, que aunque fue elitista, hizo a Buenos Aires dialogar con Europa.

P. También es un homenaje a una época de esplendor.

R. En los años cuarenta Argentina era la cuarta potencia mundial, España una dictadura, y ahora es a la inversa. A partir de ahí vienen la trama detectivesca, la crisis de identidad argentina y la cierta prepotencia española actual.

P. La mayoría de sus personajes son unos descreídos, y su ironía casi siempre se torna amarga.

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R. El sarcasmo y la ironía funcionan, no tanto el humor. Las tramas laberínticas no existirían si mis personajes no se distanciaran. Hay personajes más egoístas, otros claudican porque son de carne y hueso, no títeres, e incluso se me han rebelado a veces. Son personajes inteligentes, con cierta bondad, a veces abyectos pero con profundidad moral.

P. Para recrear Argentina, ¿acudió a su memoria o necesitó investigar?

R. Cuando los protagonistas vuelven, la pérdida del pasado les atrapa y ahí está la idea del nomadismo. Yo no he vuelto desde De la Rúa. En la novela hay cierto ajuste de cuentas, y aunque en Buenos Aires intuyes una revalorización, no entiendo cómo un país tan poderoso ha podido llegar a donde está. En la novela le meto caña al conservadurismo, pero también al peronismo, la aberración de la dictadura, incluida una fuerte crítica a España. Abogo por que se dialogue más entre ambas naciones.

P. ¿Mejora Argentina? ¿Qué le inspira su país en estos tiempos?

R. Pues un rechazo maravilloso, un dulce odio, y como decía Borges, padre omnipresente, "No me une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto". A los cinco minutos ya estoy cambiando el acento. Lo constante es la frontera y el vagabundeo, que son una pérdida constante, y en ese enorme vaivén de idas y venidas pierdes raíces.

P. Sugiere una cierta prostitución de la cultura, ¿ha conocido ese otro rostro de la elite?

R. Creo que hoy día en el mundo cultural interesa más la información que la formación, se establecen cuatro ideas para estrategias con las que mantenerse, más que un pensamiento elaborado, y eso confunde mucho al humanismo occidental. Creo que estamos en una época de plata, nunca de oro. Hay un toque de superficialidad y frivolidad letal. La crisis es de Occidente, donde se edita con una rapidez pasmosa.

P. ¿Hasta qué punto es el protagonista, Guillermo, su alter ego?

R. Siempre hay un trasunto biográfico en el escritor, que está repartido entre los personajes, pero aunque en Guillermo pesa que es escritor, no creo que tenga mío más de un 20%.

P. ¿Le parece muy utópico plantear una Sociedad Trasantlántica actual?

R. Ojalá fuera factible hoy día, sin fantasmas económicos, aunque fuera masónica. Una sociedad que cultivara los valores humanistas de alta cultura como las visitas cruzadas que emprendieron Victoria Ocampo, Ortega y Gassset, y luego Falla o Alberti.

P. ¿Hasta qué punto ha tenido interés por el arte la oligarquía argentina?

R. Hasta todo, porque en los años veinte pintores como Emilio Petoruti fueron muy reconocidos. Aunque habló más alto el mundo literario argentino, la plástica también habló claro y rotundo.

P. Confiese qué hay escondido en su novela.

R. Afloran mis miedos, el precipicio que supone estar viajando constantemente e ir dejando el equipaje de tu propia piel por todas partes. Reluce todo lo que me ha sucedido vitalmente, tanto ganancias como pérdidas. La búsqueda, y la ida y vuelta.

P. Alrededor del arte siempre, pero ha hecho usted de todo.

R. Sí, es cierto que padezco una vocación renacentista, aunque suene pretencioso. Sobre todo hacia la palabra, con mucha poesía, pero es cierto que la novela me ha ofrecido un género de expansión único.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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