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Columna
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Prefiguración

Hagan la prueba: den por liquidado al segundo estado más viejo de Europa; quiero decir al nuestro. Hagan como yo, dibujen sobre el papel el nuevo mapa que viene. No teman, sonrían. Y no se lamenten por dejar de defender aquello en lo que todavía creen: una España solidaria, laica, libre, igualitaria, plural. Porque eso parece que se esfuma. Para que venga la victoria final del nacionalismo de derechas, que, por otra parte, es el único nacionalismo que existe. ¿O todavía creen que es compatible el ventajismo territorial, o el extraño blindaje de ríos y cerebros, con el internacionalismo de la izquierda?

El mapa es fácil de perfilar. Un mapa donde todos estaremos más cómodos, como ya bien nos anunciaron. Eliminen de España a Galicia, a Euskadi y a Cataluña. También a Canarias. Y no pasa nada. Preocúpense, eso sí, por los navarros y los valencianos, pues en ambas comunidades hay personas que querrían ser vascos y catalanes, respectivamente. Como aquel paisano mío, don Adelino Yebra, que me contaba que su mayor desgracia era no haber nacido gallego. A un milímetro de su Bierzo natal. Pero hay una solución para esos navarros y valencianos: irse a vivir a Euskadi y a Cataluña, ser felices allí, con su pasaporte nuevo. Y sentirse allí muy enfadados ante el secesionismo alavés. O el del valle de Arán.

Ya me siento liberado. Ya veo a Carod y a Ibarretxe como a dos señores extranjeros. Y me caen mejor ahora, me caen muy bien. Como si fueran jerarcas de Lesotho, o prefectos en Borneo. Todo respeto y lejanía. Eso sí, el Barça saldrá damnificado en este diseño: tendrá que jugar la liga con el Palamós y el Mollerussa. Pero a mí lo que me atrae es la España resultante. Treinta millones de ciudadanos liberados de la insidia centrífuga, más los tres millones de repatriados de las cuatro regiones huidas. 33 millones de personas que serán más amigos de Portugal, nuestro hermano primero, y de Latinoamérica. Y todos leyendo El Quijote, mientras el PNV y la ETA inician, entre ellos, la nueva batalla del norte. Hay un paraíso posible. Y lo queremos pronto.

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