Una Vuelta más para Heras y su equipo
El corredor bejarano, con cuatro triunfos, se convierte en plusmarquista en solitario de la ronda española
Alguno todavía tenía ganas de bromear con lo del chip de Roberto Heras o con lo de la ley de los segundos esfuerzos aplicada al rendimiento del fabuloso bejarano, pero una mirada fulminante de Manolo Saiz, puro hielo, puro fuego, le dejó la sonrisa en la boca helada. Nada de ironías, de medias palabras, sospechas o muecas sardónicas, venía a decir el director cántabro. Se acabaron los juegos. Heras es cosa seria. Heras acaba de ganar su cuarta Vuelta a España, la tercera consecutiva, la segunda bajo mi dirección, que con esta ya llevo seis, con mi equipo, ya soy también el récordman en solitario, y no permitiré que nadie se lo tome a la ligera, que nadie dé muestras de asombros, que nadie diga o escriba la palabra milagro.
Lo del chip venía porque el fenomenal escalador bejarano había declarado, un mes después de terminar 45º en el Tour, a más de hora y media de Armstrong, que se sentía favorito para la Vuelta, que había cambiado el chip y que la vida ya era otra cosa. Y algún ciclista, ateo, hombre de poca fe, al leerlo, exclamó, "el chip, el chip, que me digan dónde está, que yo también me lo quiero cambiar". Lo de la ley de los segundos esfuerzos es, simplemente, la teoría más elaborada por Manolo Saiz para tratar de explicar el bajo rendimiento de Heras en el Tour, el magnífico en la Vuelta. Los segundos esfuerzos son, en suma, los que se efectúan en la segunda gran vuelta del año, cuando el organismo ya ha llegado al punto ideal de marinado, como un salmón.
Por eso Heras, el único gran campeón de la Vuelta que se ha pasado la carrera dando explicaciones, pues así se las exigían, como si tuviera que justificarse de algo, él, el campeón de 2000, con el Kelme de Belda, de 2003, con el US Postal de Bruyneel, de 2004 y 2005, con el Liberty de Manolo Saiz, explicó que el chip era sobre todo una cuestión mental, un estado de ánimo. "Mentalmente me siento más fuerte en la Vuelta", fue su declaración, la de un escalador que poco antes había estado a punto de ganar una contrarreloj llana a más de 56 de media. "Si hubiera estado aquí igual que en el Tour habría acabado también 45º".
Por eso Manolo Saiz, que, curiosamente, se ha pasado la Vuelta a la defensiva a su peculiar manera, esto es, resaltando en todo momento su singularidad dentro del panorama ciclístico español, explicó que el año próximo el bejarano, de 31 años, realizaría su primer esfuerzo, el de calentamiento, por así decirlo, en Italia, en el Giro, dejando el segundo para, aún no sabía bien, el Tour o la Vuelta. "Pero Roberto es ambicioso", aclaró el técnico cántabro, que se estrenó en la Vuelta en 1991 con Melcior Mauri y continuó después, antes de Heras, con Laurent Jalabert en 1995 y Alex Zülle en 1996 y 1997. "Si va al Giro no va a ser para ir a pasear. Ojalá lo ganemos y podamos ir al Tour con mucha mayor claridad de ideas". A lo que Heras dijo amén, es decir, "mi director decidirá lo que es mejor para mí la próxima temporada".
Así es el ciclista a quien La Gazzetta dello Sport ha bautizado, sin ironía, sin dobles sentidos, como el "Armstrong de España", con todo lo que eso significa.
Así es el ganador de una Vuelta, "reñida y entretenida", a quien acompañaron en el podio Denis Menchov, un ruso de clase, de 27 años, quien no fue inferior a Heras ni subiendo ni contrarrelojeando, pero perdió la Vuelta por más de cuatro minutos y medio, y Carlos Sastre, un abulense de El Barraco, de 30 años, que asume el ciclismo, y la vida, como un sacerdocio, que lleva granadas en el alma las palabras esfuerzo, respeto, sacrificio. Menchov perdió la Vuelta porque creyó en su superioridad, tuvo miedo bajando un día, porque se quedó sin equipo y sin margen de maniobra frente a la maquinaria del Liberty, un equipo Tour que no sólo le destrozó tras el descenso de la Colladiella, camino de Pajares, sino que aniquiló cualquier posibilidad de respuesta, de rebelión rusa, abulense, en la última semana.
Sin ironía, sin cinismo, Vicente Belda, director del Comunidad Valenciana -ganador por equipos con una hora sobre el segundo, el Balears, ganador de tres etapas, tres corredores entre los 15 primeros de la general y la perla Rubén Plaza amarrada dos años más-, se presentó ante el mundo, terminada la carrera, como el hombre más feliz del mundo, castigó verbalmente a un ProTour que no le entiende y al que no entiende.
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