"Las inmigrantes son el lumpen del lumpen"
Carmen Romero (Sevilla, 1946) ha dejado de ser diputada del Congreso, pero dice que sigue haciendo política, aunque desde el movimiento asociativo. Es miembro de la Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía, vinculada al sindicato UGT. Precisamente desde esta asociación ha codirigido el encuentro Las otras españolas. Los caminos de la ciudadanía, que se cerró el pasado sábado y que ha reunido a medio centenar de expertas para analizar la inmigración femenina que llega hasta el sur de Europa. La ex diputada, durante la entrevista, llevaba un traje de chaqueta blanco y lucía unos pendientes diseñados por su marido, el ex presidente Felipe González.
Pregunta. ¿Por qué abordar la inmigración desde una perspectiva de género?
"Cuesta trabajo que salgan de la exclusión social y luchen por su calidad de vida"
Respuesta. Porque realmente las mujeres son las más excluidas socialmente del conjunto de la población inmigrante. Las pocas asociaciones que están surgiendo en torno a este fenómeno son masculinas predominantemente. La interlocución es con asociaciones de defensa de los inmigrantes, pero las mujeres todavía no se asocian. Todavía cuesta trabajo que ellas salgan de esa exclusión social, reclamen sus derechos y luchen por la mejora de su calidad de vida. No existe todavía un asociacionismo fuerte. Y, en Andalucía, donde el fenómeno todavía es incipiente, queremos que empiecen a crear esas asociaciones y que las administraciones se comprometan a financiarlas.
P. ¿El nombre de la conferencia, Las otras españolas, es una declaración de intenciones?
R. Sí, lo hemos puesto como una provocación porque son las nuevas españolas. Aunque todavía son invisibles. Son las otras porque son invisibles. Lo que queremos es que afloren y tengan una interlocución.
P. ¿Ser ahora mujer e inmigrante en España supone una doble discriminación?
R. En términos generales, sí. Porque incluso cuando una mujer inmigrante tiene estudios y busca trabajo le cuesta mucho más abrirse camino que a una española con el mismo nivel de estudios. No es sólo que no tenga estudios o la barrera de idioma, es que incluso cuando tiene el mismo idioma que nosotros y los mismos estudios tiene una mayor exclusión social. Es difícil caminar en la línea de superar esos factores de exclusión.
P. ¿Cree que en la sociedad española perdura el discurso de inmigración asociada a delincuencia?
R. Lo que tenemos que hacer es luchar para que eso no se produzca. Es evidente que hay tráficos ilícitos porque España, y sobre todo Andalucía, ha sido una zona de tránsito más que de acogida. Pero Andalucía es ya una comunidad que se ha convertido en lugar de acogida. No creo que podamos trabajar sólo en cuanto a lo que se refiere a los tráficos ilícitos, a los problemas de regularización... Tenemos que trabajar en positivo y por eso hemos querido hablar de viajeras. Queremos localizar a las grandes viajeras que históricamente han sido famosas por su proyección literaria, artística. Poner en valor el hecho del viaje. Porque en realidad quien supera muchas dificultades para llegar a un país es en cierto modo una heroína.
P. ¿Tradicionalmente el hombre ha sido el que ha emigrado?
R. Sí, el fenómeno de la inmigración femenina es reciente. Las primeras pateras que veíamos en los ochenta eran sobre todo de hombres. En los últimos años, ya vienen con mujeres, incluso embarazadas o con sus bebés. Es más reciente, pero en algunas comunidades casi el 50% de los inmigrantes son mujeres. Esto le dará una nueva configuración a nuestro país porque en total somos 44 millones y de ellos casi cuatro millones proceden de otros países.
P. Hablan de los problemas de las inmigrantes, ¿el principal será llegar aquí sin ningún tipo de documentación para integrarse o trabajar?
R. Sí, pero toda esa primera etapa no la hemos querido abordar aquí. Con el encuentro lo que queríamos es centrarnos en los problemas de integración de personas que tienen ya la condición de residentes pero que siguen teniendo infinidad de obstáculos para acceder a la ciudadanía. Evidentemente hay otro problema que es el colectivo de quienes no tienen papeles. Nosotros nos hemos centrado en quienes tienen normalizada su situación pero que siguen teniendo problemas como la precariedad laboral, tienen que compartir sus viviendas, tienen dificultades en la escolarización de sus hijos, en los hospitales porque no tienen la mediación cultural precisa, tienen necesidades de asesoramiento jurídico... Ese es el enfoque que hemos querido darle a las jornadas.
P. ¿El bagaje cultural que traen algunas mujeres inmigrantes de sus países de originen puede suponer un problema?
R. No, yo creo que cada persona que viene llega con un bagaje que es una riqueza para nuestro país. Quizás, este es un país que ha sido muy homogéneo y que, de pronto, se ha convertido en un país diferente por la gran diversidad de población que empieza a vivir con nosotros. Lo que ocurre es que nosotras, como españolas, hemos luchado por una serie de reivindicaciones para defender unos derechos que consideramos que son inalienables: El derecho a la vida, a la integridad física, a la propia realización personal, al empleo, a la formación... Son derechos a los que no vamos a renunciar Hay que luchar para que el paquete de derechos que consideramos fundamentales y constitucionales sean compartidos también por quienes vienen de otros países.
P. ¿Cómo se pueden conjugar esas tradiciones que a veces no respetan los derechos constitucionales con la no perdida de la identidad de las inmigrantes?
R. Yo creo que ese es el gran debate cultural de futuro. En muchos casos habrá dificultades y en otros no. A medida que se vayan presentando tendremos que resolverlos, por eso creo que es importante la labor de los mediadores culturales para poner en valor esos valores y que nuestros valores también sean compartidos por los que residen en nuestro país y vienen de fuera.
P. ¿Un ejemplo de estas dificultades podría ser los crímenes de honor? ¿Cree que en nuestro país se podrá plantear este problema algún día?
R. Ojalá que nunca se plantee. Nosotros tenemos el fenómeno de la violencia de género que es muy fuerte y terrible. Hemos conseguido, gracias a que han sido las mujeres quienes lo han denunciado, ir poco a poco impulsando los pasos para que haya un cambio de mentalidad. Esperemos que con la nueva población hagamos un trabajo en esa línea para poder prevenir y evitar situaciones trágicas como los crímenes de honor. Esperemos que podamos prevenirlo.
P. ¿Hay similitudes entre la violencia de género y los crímenes de honor?
R. Quizás sí. Pero para nosotros es más duro asimilar los de honor porque mueren a manos de sus hermanos o de sus familiares. Pero sigue siendo igual de brutal la violencia contra las mujeres venga de quien venga.
P. ¿Está usted ahora más próxima al movimiento asociativo que a la política clásica?
R. Ahora mismo no ejerzo ninguna tarea política, no soy diputada, y quiero trabajar en la línea de impulsar estas redes que en definitiva son redes de apoyo a la administración. Cuando he sido diputada he comprendido que las leyes si no tienen un respaldo ciudadano al final pueden cambiarse sin que haya una gran dificultad. Es tan importante estar en la política como colaborar para que exista un músculo ciudadano. Todos tenemos un trabajo que hacer en el país y ayudar a los que tienen dificultades. Y las mujeres inmigrantes son el lumpen del lumpen, las que soportan más factores de exclusión.
P. ¿Piensa usted volver a la política?
R. Bueno, acabo de dejar de ser diputada y aún no me creo que esté disfrutando de un periodo de descanso que era absolutamente necesario. Pero vamos, esto que estoy haciendo también es estar en política.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.