Reventado
Sé que no voy a ser original, pero no puedo huir de la realidad: estoy absolutamente reventado. Son ya las 8 de la tarde, algo he merendado y me acaban de dar un buen masaje. O sea, que debería haber recuperado ya un poco, pero no, estoy casi igual que hace un par de horas.
Si alguien cree que es fácil llegar a este estado yo le diría que no. Ahora bien, justo ahora me costaría argumentar el porqué, pues no es éste el momento ideal para mis neuronas. No obstante haré un esfuerzo.
A ver, imaginemos que cojo mi bici y me pongo a correr una carrera. Al día siguiente otra y al siguiente otra y así durante tres semanas. Pongámonos ahora por ejemplo en el cuarto día de esa tercera semana. Como todos lo días, cojo mi bici y me voy a la carrera. Llevo ya dos horas y empiezo a estar reventado.
En realidad ya antes había notado el cansancio, pero si algo he aprendido en las otras dos semanas anteriores es precisamente a eso, a aguantar el dolor y sobrellevar el cansancio. Así que obvio las malas sensaciones que siento al principio. Pero hay que seguir adelante, no hay otro objetivo más que avanzar, así que tiro otra hora más apurando el límite. Ya van tres. Pienso entonces que hace un rato ya he pasado el ecuador del día, así que tengo dos opciones, la del vaso medio lleno o medio vacío. Opto por ser optimista por motivos prácticos y aunque estoy reventado no me queda otra opción que buscar la cuarta hora. Qué fatiga.
Sigo, cinco horas y faltará otra media. Esto se convierte en un pulso entre lo que me queda y lo que me queda. Me quedan tantos kilómetros y tantas fuerzas. ¿Seré capaz? Gano el pulso y llego, totalmente reventado, pero llego, que es de lo que se trata. Y me voy como un zombi al autobus de mi equipo pensando... y algunos, cada día más rápido.
Pedro Horrillo es ciclista del equipo Rabobank
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