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LA CRÓNICA
Columna
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El agua de la discordia

Damos por celebrada la mani de Alicante con asistencia masiva y sin incidentes. Cuando escribimos estas líneas no podemos prever su conclusión, pero sí su éxito. Los ánimos se han venido caldeando para garantizarlo y resulta evidente que el PP y sus entidades afines ya son expertas en el uso de la pancarta y la ocupación de la calle. La movilización, además, giraba en torno a un reclamo insoslayable: el agua, tan decisiva para que la millor terreta del món no sirva únicamente per a fer teules, como se apostillaba maliciosamente antaño el jubiloso eslogan con visos provincialistas. Y para que nada falte, el mismo presidente de la Generalitat, Francisco Camps, ha venido capitaneando esta reivindicación, que en realidad se ha convertido en el núcleo duro de su discurso político.

Pero no vamos a comentar el problema del agua -por más que no esté claro debido a la cantidad de datos que interesadamente lo falsean-, sino de algunos aspectos colaterales. Y el primero de ellos, y más notable a nuestro parecer, es el tono crispado que ha adquirido, fragmentando política y territorialmente esta sociedad. Lo que debería de ser y haber sido un asunto técnico, se ha convertido en una bandería radical que, según qué criterio se adopta, nos sitúa en la derecha o en la izquierda, con o contra los intereses de la Comunidad por el hecho de arrimarse a las propuestas del PSOE, según el simplismo aireado por el molt honorable, dimitido de su obligado papel integrador.

El ímpetu descalificador de los manifestantes y heraldos del agua tomada del Júcar en Cortes de Pallás no se detiene en quienes son adversarios políticos beligerantes, como pueda serlo la ministra Cristina Narbona -tan poco indicada para dirimir esta guerra, todo sea dicho-, a la que, por cierto, la secretaria general del PP autóctono, Adela Pedrosa, le endosa el propósito de querer aniquilar a los valencianos. Una necedad solo atenuada por la reyerta partidaria. Tampoco se han librado de su inquina los ecologistas, incluso un razonador tan paciente y pacífico como Antonio Estevan, de Nueva Cultura del Agua, o un caballero con ánimo mediador como Francisco Pons, presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios, y quien es de la de agricultores, Cristóbal Aguado.

Tampoco nos sorprende esta beligerancia que emana del sur y que ha podido personalizarse -al menos simbólicamente- en Joaquín Rocamora, presidente de la patronal alicantina, y Antonio Fernández Valenzuela, que lo es de la Cámara de Comercio de Alicante. En la ciudad del Benacantil, y desde los tiempos de la aristocracia del bacallà -promotora de un cantonalismo capitalino, hoy anacrónico- siempre han tenido maña para abonar el victimismo con respecto a Valencia, supuesta usufructuaria de no se sabe qué prebendas. Y ello, aunque los hechos demuestren que, desde el cap i casal, se ha pasado de la indiferencia a la obsequiosidad con la hermana del sur, a pesar del desamor de ésta. Un mimo sustancioso por mor de la vertebración del país, de la que no sabríamos decir si ha mejorado desde que el escritor José Vicente Mateo diagnosticó, en los años 60, las afinidades históricas y las divergencias crecientes entre ambas ciudades.

Pero en el problema que nos ocupa, el trasvase del Júcar, tanto se detraiga de un tramo como de otro, no parece que pueda haber muchas condescendencias por la sencilla razón de que no hay más agua que la que fluye, y ésta apenas llega al mar. Que alguien haya confundido el denominado devastador -que en algún tiempo lo fue- con el Amazonas no autoriza a esta cruzada, que puede ser ruidosa, incluso electoralmente útil, pero menos eficaz, a la postre, que unas rogativas, asimismo especialidad del pio partido gobernante. Incluso hay motivos para dudar de que el PP tenga en estos momentos más interés en afrontar seriamente el suministro de agua a las comarcas meridionales -ahora, y sobre todo en el próximo futuro- que sacar a colación las maldades del tripartido, la perversidad de Carod Rovira y la traición de los socialistas y valencianos en general que no comulguen con el remedio milagrero y precario de los trasvases o su modo de ejecución. Sus heraldos mediáticos ya han emprendido la satanización de los discrepantes, atribuyéndoles la responsabilidad histórica de que el sur se desertice y las inmobiliarias emigren.

HÉRCULES CF

El empresario Francisco Roig ha entrado con un buen paquete de acciones en el capital del Hércules CF. Siendo como es un hombre del fútbol, habría que celebrar esta novedad que puede marcar un hito en la historia del club blanquiazul. Con Paco llega la ambición, el apostar fuerte y multiplicar los presupuestos. Lo malo es que, también y antes, el inversor es un hombre de negocios que suele aspirar al santo y a la peana. Hasta es posible que, por eso mismo, esta noticia sea especialmente buena para los clubes rivales, el Alicante y el Elx, que se librarán así de una adversario directo.

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