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De la pirotecnia de Comediants al viaje de Cervantes al Parnaso

Comediants volvió en la noche del pasado jueves a sus inicios con un Foc als 25! Dimonis, espectáculo pirotécnico clásico planteado como un paseo por los 25 años de historia de la Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega en el que no faltaron los gigantes, los petardos, las chispas y el humo. De otro signo, más arriesgado y trabajado, fue la propuesta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la obra Viaje al Parnaso, de Miguel de Cervantes, un cuidado y respetuoso montaje con el que el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (INAEM), del Ministerio de Cultura, ha regalado a la Fira en su 25º cumpleaños.

La inauguración de esta edición, marcada por las bodas de plata de la Fira con la capital de la comarca del Urgell, no parecía posible a primera hora de la tarde del jueves dado el aguacero que caía sobre las calles de la población. Joan Font, sin embargo, estaba dispuesto a inaugurar con lluvia o sin ella: "Será más corto, pero inauguraremos", afirmó. Con estas palabras desafió al mal tiempo y las nubes se abrieron poco después para que los habitantes de Tàrrega y sus primeros visitantes de la Fira pudieran tomar el descampado de la avenida de Tarradellas, el emplazamiento destinado habitualmente a este acto inaugural.

Con música en directo, Foc als 25! Dimonis invitó a los asistentes a participar de un montaje basado en el paso del tiempo y en que los años -pancartas numeradas- se iban quemando uno a uno. "Després del 8, què ve? Ajudeu-me...", espetaba una voz que salía de una enorme cabeza hecha a partir de envases de plástico y que se abría paso en grúa por entre el público. Tras un baile de sillas -típicas, por lo visto, durante los primeros años de la Fira en las calles y plazas de Tàrrega-, la cosa acabó con una hoguera central que venía a simbolizar la quema de esos 25 años que han pasado ya a la historia.

Otro itinerario más arriesgado y sin duda mucho más trabajado fue la adaptación del Viaje al Parnaso, de Miguel de Cervantes, que ofreció la Compañía Nacional de Teatro Clásico en el Ateneo, un extenso poema en versión de Ignacio García May que Cervantes publicó entre la primera y la segunda parte de El Quijote en 1614, y en el que él mismo es el protagonista. Embarcado junto a un ejército compuesto por los mejores escritores de la época, Cervantes emprende el viaje hacia el monte del dios Apolo, donde él y los suyos se las tienen que ver con un grupo de poetas mediocres que amenazan con invadir el monte. Tratándose de escritores, las armas no pueden ser otras que libros, y su munición, sonetos y rimas varias. Eduardo Vasco, director de la compañía, plantea un montaje accesible sin salirse de los cánones de la época, basado en el buen hacer de sus cinco intérpretes, quienes representan el poema a partir de todos los recursos escénicos imaginables en el Siglo de Oro, ataviados ellos mismos con los bombachos y las gorgueras típicas de entonces. Preciosos muñecos de madera personifican a Cervantes y al resto de escritores; juegos de luces y sombras delimitan la silueta de la Poesía con sus dos caras; olas de cartón envuelven al dios Neptuno en su lucha contra la nave enemiga mientras una máquina de viento recrea la atmósfera del embate. El arpa, la corneta y la percusión en directo apoyan este cuidado y respetuoso montaje, regalo de cumpleaños del INAEM.

Ya de madrugada, en el Espai Ara Lleida, la compañía Àbac Produccions presentó media docena de obras cortas del dramaturgo Juan Mayorga bajo el título Teatre per a minuts, de las que lo más llamativo es su traducción al catalán, no tanto la traducción en sí, sino el hecho y el esfuerzo de haberlas traducido. Los motivos para ello se me escapan en un contexto como es el cultural, en el que la expresión artística debería pasar por encima de las razones políticas.

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