Con el orgullo de Armstrong no se juega
"Hace dos semanas, las posibilidades de volver eran cero. Ahora no lo descarto", dice el ciclista tejano
Lance Armstrong, que ganó siete Tours, se retiró. Grabó en piedra su mensaje de despedida desde lo alto del podio de los Campos Elíseos y, apenas cinco semanas más tarde, dice que quizás busque una esmeriladora para borrar las huellas en el granito y dejar la piedra lisa y reutilizable para un nuevo discurso de despedida posterior a un nuevo regreso. Igor González de Galdeano, que es el último español que ha vestido el maillot amarillo, ocho días en 2002, en pleno reinado de Armstrong, aún corre y está en la Vuelta como duro gregario de Roberto Heras, pero ayer, en emotivo acto, anunció su retirada. No será un papel mojado, aunque sus lágrimas humedecieron el folio en el que tenía escritas sus últimas palabras.
Día de descanso en la Vuelta y en Logroño la gente hace la ronda habitual entre los favoritos, visitas a los hoteles, charlas de vestíbulo, pero este año añade una parada especial en honor a Armstrong, el último dios del ciclismo, al que unas orinas congeladass-descongeladas-analizadas-filtradas han sacado tanto de sus casillas que ha descolgado la bicicleta de su gancho, ha cogido un trapo, le ha sacado brillo y ha empezado a utilizar la palabra "regreso" en sus entrevistas.
Armstrong, evidentemente, no estaba ayer en la capital riojana, sino a mitad de camino entre Chicago, programa de televisión, y Ciudad de México, donde daba anoche un discurso en castellano, pero sí que se alojaba en Logroño Johan Bruyneel, su director belga, que durante gran parte del año también es su voz. Y, si Bruyneel, que vive divertido la situación, una distancia irónica permanente en sus labios y en sus ojos, guiños continuos, el día anterior, en la cima de Cerler, había entrado gustoso a lo que parecía un juego provocador del tejano, ayer intentó frenar la euforia, dar seriedad al asunto, calmar las aguas. "Armstrong todavía no ha vuelto", dijo Bruyneel, agua al vino, pecado en La Rioja; "sólo ha hecho un comentario, así que no hay que volverse locos".
Bruyneel dice que sólo se comunica con Lance vía SMS, pero, a todas luces, o son SMS densísimos o funciona la telepatía entre ambos, la sinestesia de la que tanto habla Bruyneel a veces, porque desde el otro lado del Atlántico, perfectamente conjugados con las palabras de su técnico, llegaron nuevos comentarios de Armstrong, a juego con la situación. "Las posibilidades de mi regreso no son elevadas", dijo el tejano, de 34 años, en New York Times; "no puedo hablar de porcentajes, de probabilidades, pero hasta hace dos semanas [fecha en la que L'Équipe publicó el hallazgo de EPO en su orina de 1999] eran cero. Ahora, en cambio, no lo descarto". Añade Armstrong que lo del diario deportivo francés despertó de nuevo sus ansias competitivas y que, en efecto, traicionar una retirada sólo puede hacerse si entre medias un suceso drástico cambia todas las condiciones previas. "Y más drástico que éste es difícil de imaginar", dice. "Y que quede claro que esto no es un juego. Es una cuestión de orgullo", sentencia.
Con el orgullo de Armstrong no se juega, ni tampoco con lo sentimientos de Igor González de Galdeano, notable ciclista todoterreno, buen contrarrelojista -tercero en el Mundial 2002-, tenaz escalador -dos veces quinto en el Tour, segundo en una Vuelta-, quien, por sorpresa, a mitad de una Vuelta en la que tiene que ayudar a Heras, anunció su retirada para el final de esta temporada. Lo hizo arropado por su familia, sus padres, su esposa, su hija, su hermano Álvaro, ciclista, en el hotel en el que se aloja con su equipo, el Liberty. Dijo Igor que en el último año y medio perdió la alegría de ser ciclista; que lo deja, a los 32 años, por falta de motivación.
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