Recordando a Von Guericke
El Parque de las Ciencias repite el experimento de Magdeburgo que demostró la existencia de la presión atmosférica
En condiciones normales, hasta un niño de diez años es capaz de separar las dos partes de una esfera metálica de 62 centímetros de diámetro. Pero si esas dos semiesferas se vuelven a unir y se extrae el aire que queda dentro, ni siquiera dos tiros de cuatro caballos pueden hacerlo.
El alcalde de Magdeburgo (Alemania), Otto von Guericke, lo demostró en 1654 a sus convecinos y parlamentarios del Estado de Ratisbona y lo repitió días después en Viena, en presencia del emperador. Ayer, 351 años después de ese experimento que demostró la existencia de la atmósfera, el Parque de las Ciencias de Granada lo volvió a escenificar en sus instalaciones para certificar que la atmósfera sigue pesando lo mismo que entonces.
El papel de esos vecinos y políticos lo interpretaron ayer los asistentes al VII Congreso Internacional de Investigación sobre Didáctica de las Ciencias, que se celebra durante estos días en Granada, y los últimos visitantes del museo interactivo, que asistieron a esta espectacular y y cercana representación de una ley física elemental.
Tras un primer acercamiento al fenómeno mediante la utilización de una ventosa y una jeringa a la que taparon el agujero de salida para dificultar la salida del émbolo, un profesor y varios voluntarios del parque procedieron a unir las dos semiesferas. Un tubo conectado a una válvula de la bola de acero y a una bomba manual, sirvieron para sacar todo el aire de su interior. En el orificio de salida de la bomba pusieron un globo para demostrar a donde iba el aire de la esfera. A medida que se inflaba, ésta, poco a poco, se iba vaciando.
Dando vueltas a la manivela de la bomba se llegó al 96% de vacío. El profesor explicó entonces que para separar las dos partes de la esfera se necesitaba una fuerza de 1.450 kilos, y para demostrarlo sacó a cuatro voluntarios que lo intentaron en vano.
La fuerza de cuatro personas no es comparable a la de ocho caballos. "Cada uno de estos animales puede arrastrar un peso de unos 300 kilos", explicó el docente al público mientras se amarraba con cadenas cada semicírculo a un tiro de cuatro caballos unos pardos y otros grises. Las bestias tiraron en direcciones opuestas hasta seis veces a las órdenes de un mozo, pero la esfera, que debido a su fuerza quedó suspendida en el aire, no cedió.
"Sólo el vacío de dentro que no compensa la presión atmosférica del exterior, hace que no se pueda separar la esfera", dijo el organizador al público, con un tono medio científico, medio de presentador de circo. Los asistentes, mientras tanto, irrumpieron en una ovación.
Desde Aristóteles hasta Galileo Galilei, se pensó que en la naturaleza no podía existir el vacío. El italiano lo logró hacer en un cilindro en el siglo XVII, pero se equivocó al atribuir esa fuerza a la ausencia de aire. Su discípulo Torricelli fue quien descubrió que esa presión la ejercía el peso de la propia atmósfera y lo expresó en la famosa frase: "Vivimos inmersos en el fondo de un océano de aire".
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