Críticas al PGOU de Almuñécar (I)
Por fin el PP y el PA dormirán tranquilos. Han conseguido su objetivo: aprobar conjuntamente el PGOU en contra de la opinión mayoritaria de los dueños de las tierras. Por fin ávidas manos rapaces podrán adueñarse del suculento bocado que suponen las ricas vegas y laderas adyacentes de este municipio. Por fin los constructores se sentirán satisfechos de que sus "amigos políticos" les hayan hecho el trabajo de facilitarles la tarea para dar el pelotazo del ladrillo, si la Junta no lo remedia.
Cortas miras sociales tienen estos gobernantes, que amparándose en la palabrería farrullera, quieren embaucarnos con un discurso desagradable a la fuerza de pesado y falso. Parecen predicadores en "su televisión", que por cierto no se sabe a ciencia cierta quién la paga, pero sí quién la dirige, convenciendo de las virtudes y riquezas que a todos nos traerá "su PGOU". Cuando hablan de progreso para Almuñécar ¿a cuál se refieren?, ¿al suyo personal, o al de las personas que se verán despojadas de su puesto de trabajo y de las tierras que generación tras generación han conservado de sus antepasados y que gracias a un esfuerzo denodado han logrado crear en ellas los valles más hermosos y productivos de este país? ¿Qué significado tiene para el PP y el PA crecimiento sostenible, si con una población de unos 24.000 habitantes que tiene Almuñécar pretenden construir nada más y nada menos que 30.000 viviendas, cuatro campos de golf y dos puertos deportivos? ¿En qué cabeza cabe la destrucción de la riqueza existente, sino es en la de fríos especuladores y políticos acólitos que se enriquecerán a costa del mal uso de las leyes existentes referentes al suelo?
¿Seguirán empleando los gobernantes del PA, con el alcalde Juan Carlos Benavides a la cabeza, la coacción, la presión, el cierre de establecimientos pertenecientes a las personas que se manifiestan en contra del susodicho Plan del ladrillazo? Hay políticos que no entienden otro lenguaje que el del miedo y el caciquismo, y ciudadanos que presos de la incredulidad miran estupefactos cómo concejales del tres al cuarto les quieren cambiar su modo de vida, arrebatándoles la fuente de sus recursos.
No he de callar, por más que con el dedo,/ ya tocando la boca, ya la frente, /me representes o silencio o miedo./ ¿No ha de haber un espíritu valiente?, decía Quevedo.
Cuatro siglos han transcurrido de estos versos y observamos con pesar cómo en el día de hoy no han perdido su vigencia.
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