Entre brevas e higos
Conozco un paso subterráneo en Madrid en el que crece una higuera. Se asoma entre dos losas de hormigón aprovechando una junta mal cerrada. A pesar de que echa buenos higos, a mí me gustan más sus brevas. Tal vez sea porque, al ser más tempranas, su dulzor me embriaga hasta creerme que el servicio de Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid se va a olvidar de mi higuera y no va a rasurarla a la altura de los pies, al menos hasta que lleguen los higos.
Este año no tengo muchas ilusiones en comer higos. Como todos los años, pretendía pasar un mes de agosto entre brevas e higos y me he encontrado que en Madrid quieren enlosar sus higueras en sustrato de hormigón.
Hoy, todavía no han localizado mi higuera. He pensado no decirle a nadie dónde está, aunque tengo bastante confianza en ella.
La conozco desde que era pequeño, antes de que se construyera el paso subterráneo, y ha sido capaz de aguantar los envites de los susodichos personajes plantados en macetas.
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