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Reportaje:VUELTA 2005

Un día salvaje

El Liberty destroza al pelotón y Heras se viste de líder en la cima de Valdelinares

Carlos Arribas

Hay una fórmula infalible para que un español vuelva a ganar el Tour y para que la Vuelta dé músculo y aire global a su palmarés y toda la Iberia ciclista disfrute de lo lindo. Bastará para ello, y a la conclusión se llega después de interpretar libremente, la última teoría avanzada por Manolo Saiz, con que la ronda española pase a disputarse en julio y que el Tour ocupara en septiembre el puesto de broche de oro de la temporada.

No es broma.

Preguntado por la diferencia de las prestaciones de Roberto Heras, mediocres en el Tour, la carrera con la que todos sueñan, extraordinarias en la Vuelta, el director del Liberty respondía: "Hay quien vale para julio y quien vale para septiembre".

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Nada, que pongan la Vuelta en julio, que pongan el Tour en septiembre, y que de paso, para cuidar todos los detalles, que Leblanc y herederos diseñen las etapas reinas del nuevo Tour al sur de los Pirineos, que, por ejemplo, sustituyan Alpe d'Huez, por, es un decir, la subida a Valdelinares. Así, Roberto Heras, que no encuentra respuesta a sus dudas, hallará, al menos, el confort de más victorias.

"Mi cuerpo no puede estar en el Tour al nivel que está ahora", dijo Heras después de dejar boquiabierto a medio mundo, admirado al otro medio, y deprimido, reventado y abandonado a todo el pelotón con sólo tres kilómetros mágicos, y no los 3.000 metros más duros precisamente de la no extremadamente exigente ascensión a la estación de esquí favorita de turolenses y valencianos. "No encuentro una respuesta a este misterio", añadió Heras, de 31 años, quien, sin embargo, en su primera juventud, en sus primeros tres Tours, quedó sucesivamente quinto -entonces enamoró a Armstrong, quien lo fichó para neutralizarlo-, 15º y noveno. "Intentaré buscarla este invierno".

Durante tres kilómetros Heras fue Armstrong, fue más, fue todo. Si hasta Johan Bruyneel, que lo tuvo en el US Postal, dijo que había visto al Heras más fuerte de su vida. Y Bruyneel se acordaba perfectamente de que un Heras, evidentemente no tan fuerte, le había hecho doblar la rodilla al yanqui en la Joux Plane del Tour de 2000. Ayer no estaba Armstrong, quien, joven jubilado, pedalea con Bush en Tejas, pero ayer, por ejemplo, a Mancebo, a quien no le subieron las pulsaciones más allá de 182 por minuto, una miseria, Heras, primero, lo envió contra unas zarzas, después le envió a visitar regiones de dolor que ni Paquito, el hombre sufriente, ni siquiera conocía, y por último le dejó clavado. Y si Mancebo era el objetivo más fácil, más claro, del bejarano, para Denis Menchov, para el esbelto galgo ruso que ganó el prólogo de Granada, tenía reservado Heras un tratamiento VIP, el que merecía. Cuando Menchov se sentía feliz de por lo menos aguantar a su rueda, a poco más de un kilómetro para la meta, en el falso llano, Heras, que siempre fue delante, se incorporó un poco, bajó un piñón y arrancó como si hubiera enchufado un turbo a su BH. Dejó estupefacto a Menchov, el joven que duda, le envió directamente, como si fuera una maleta verde, al sillón del doctor Freud para el resto del año, por lo menos. Nadie pudo resistir al Heras desenfrenado que culminó solo un día salvaje de ciclismo. Que condenó al resto a releer por cuarta vez una novela que nunca les había gustado, casi ni la primera vez que la abrieron.

Porque Heras actuó así en los últimos tres kilómetros; pero antes su equipo -Baranowski, Vicioso, Beloki, Serrano, Scarponi- había hecho de Discovery, había agarrado al pelotón al pie del puerto, lo había colocado en fila india, lo había estrujado, diezmado, machacado, lo había dejado reducido a media docena de dolientes perseguidores. Pero no sólo eso. La etapa fue salvaje porque antes, en los primeros 100 de los más de 200 kilómetros del día, en la sierra de Albarracín, el pelotón fue en realidad una pandilla de locos lanzados a 50 por hora, organizando abanicos, azuzados desde los coches al ataque, al ataque, como si pensaran que las fuerzas son un pozo sin fondo en el que todos los días se puede encontrar agua. "Ha sido de pánico", dijo Horrillo, un tipo duro, superviviente de París-Roubaix, entre otras cosas. "Ha sido el día en que más he sufrido de mi carrera", dijo Tom Boonen, que hasta ha ganado la París-Roubaix.

Fue el día del octavo triunfo en un final en alto de la Vuelta de Roberto Heras, el hombre que no sabe por qué no anda en julio pero que en septiembre vuela.

Heras celebra su victoria en Valdelinares.
Heras celebra su victoria en Valdelinares.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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