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El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Fin de mes

Parecía que no iba a llegar nunca y, en cuanto aparece, ya se está yendo. Qué jodío el mes de agosto. Todos los años nos hace igual, se aprovecha de que tenemos la guardia baja y se pasa volao.

Pero, mira, aunque nos demos cuenta de que ya se ha pasado, suspiramos profundo y se nos pasa. Porque fuimos a una playa que esperábamos que fuera Saint Tropez en los sesenta y nos hemos conformado con un apartamento en un sitio repleto de gente que no había ido a Corporación Dermoestética ni de visita. Las barrigas siguen con nosotros igual que los guiris siguen bebiendo sangría. En la playa, este año tampoco hemos podido leer, el libro se llena de arena y, nadie sabe cómo, al final se moja. El periódico, aunque pongas a la abuela encima, se vuela. La sombrilla también, por eso para plantarla hay que cavar un agujero más profundo que las Marianas (y no estoy hablando de poetisas, sino de fosas) para que no se pire y vaya clavando el palo a todo el que se le cruce. Puede que hayamos ido a un mítico lugar musical al estilo del Café del Mar y nos hayamos encontrado con gente bailando "a ella le gusta la gasoliiiiina", que, junto con La bomba o La barbacoa, para ser canciones de verano, son bastante inflamables. Canciones que se escuchan por todas partes y que, cuanta más rabia nos dan, mejor nos acompañan desde por la mañana cantando solas en nuestra mente espesa. Con la i de la gasoliiiina grabada a fuego en la mente. Melodías diabólicas que cobran vida y que pasan como las locas en coches descapotables. Coches discoteca que sí han ido a Corporación Autoestética, retocaditos.

Todas las noches, al llegar a casa, nos obligan a ver cómo descargan las fotos en el ordenador. Ni más ni menos que 107, y mira qué calidad

Y hemos constatado que, a nuestro pesar, tanto en el punto de partida como en el de destino, siguen acompañándonos las obras y las anginas. Y que, otro año más, la ropa que ha pasado mucho rato en la lavadora huele fatal. También siguen existiendo los que tienen un carné de conducir más ancho que los de los demás y que por eso no respetan la disciplina de carril, con lo bonito que suena. Y los que no ponen el intermitente por pura estética, porque la vida no es una verbena.

Hemos visto la calle como un desfile de originales camisetas. Y hay un modelo que no acabamos de entender: las de mensaje borroso. Suelen ser camisetas negras en las que pone "¿Dónde está mi cerveza?" o "El sexo perjudica la vista" o algo así. Es que no se ve fácilmente y ahí reside la gracia. Así que los que llevan estas camisetas se creen que la gente les sonríe mucho cuando en realidad es que van guiñando los ojos para saber qué pone. Y luego que no leemos.

Y todavía no sabemos la de conversaciones que tendremos durante el invierno, gracias a los amigos playeros que todas las mañanas piden a sus niños fantas de limón que los niños no se toman y pagas tú. Que todas las tardes deciden elegir el restaurante donde cenar lento y fatal. Que todas las noches, al llegar a casa, nos obligan a ver cómo se descargan las fotos del día en el ordenador. Ni más ni menos que 107, y mira qué calidad, yo en las rocas, yo en el agua, en la moto de agua con mi churri, mira, qué bonito, un paisaje, Gerardo ¿cómo te quedas? Y Gerardo se queda dormido. Y piensa en duermevela cuánto odia la colección de polos de verano de su amigo, que van del rosa pálido al más salvaje fucsia, y sueña (porque los que nos caen mal siempre son los que se quedan unos días más) que mañana alquila una pedaleta que de repente se encabrita sobre los mares y, sin control, la pedaleta a motor se los lleva al guano.

Refresco del día: bajarán las temperaturas.

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